Un Zalacaín «peliculero», vascofrancés y temerario

Una escena de «Handia», de Jon Garaño y Aitor Arregi (2017)

Hoy seguimos repasando una parte de la ingente filmografía con tema o trasfondo carlista. La temática ya cuenta con una representación señalada en la década de los años veinte.

En el año 1933 encontramos a Miguelón o el último contrabandista. Dirigida por Adolfo Aznar y Hans Behrendt, narra la historia de ficción del contrabandista de armas Miguelón, que se hace famoso por su hazaña y sus amores.

En plena guerra carlista, un soldado liberal vende armas al enemigo, pues el jefe de los partidarios de Carlos no es otro que su padre. El protagonista está obsesionado con tener descendencia, pero su mujer no le da hijos. Al enviudar, contrae nuevas nupcias con Pilara y poco después tienen a Miguelín.

Ese hecho transforma al traidor, que abandona el contrabando y el liberalismo, y a partir de entonces se dedicará a su hogar y su familia. Fue protagonizada por el famoso tenor aragonés Miguel Fleta y la no menos famosa soprano Matilde Revenga.

Más adelante encontramos Las aguas bajan negras (1948). Fue dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y está basada en la novela de Armando Palacio Valdés. La acción transcurre en Asturias, en el año 1839.

Durante la guerra entre carlistas e isabelinos, Beatriz, la hija de un coronel isabelino, casada en secreto con un capitán carlista, se ve metida en una dramática aventura en la que se enfrentan su padre y su marido. Se descubre un yacimiento de carbón. Aquí se plantea el dilema entre la Asturias tradicional campesina y la minera.

Cuando un ingeniero llega a la aldea de Rubircós para comprar las tierras de los habitantes, diciendo que hay carbón en sus tierras, los aldeanos campesinos deciden no venderlas. Esto crea un conflicto entre ambas partes.

En la cinta se contraponen dos cosmovisiones. Por un lado, los mineros, que representan el progreso, la industrialización y el abandono de la vida como era hasta esos momentos. Y por otro, los campesinos con los estilos de vida y de pensar tradicionales del español.

El argumento de los industriales pivota sobre la oferta de explotación del carbón como ventaja para los lugareños, cuando realmente ellos están fuera de la ecuación de los beneficios. Se les ofrece un «progreso» a cambio de un abandono.

Todo esto, sin posibilidad de regreso a la situación anterior una vez producida la desforestación y ruina fluvial. Y a cambio del espejismo de una modernidad que temían que les arrojase de sus vidas para no volver a ellas. Quizá el lector aprecie alguna reminiscencia en el momento actual.

Por renombre, aunque no por exactitud, no puede faltar Zalacaín el aventurero, de 1955, dirigida por Juan de Orduña. Está basada en la novela homónima de Pío Baroja, siendo el narrador de la película el propio escritor. Ésta obra pertenece a su conocida trilogía «La tierra vasca».

El protagonista es Martín Zalacaín, vascofrancés, valiente y temerario. Durante las Guerras Carlistas no tomará partido en ninguno de los dos bandos, pero participará activamente en la contienda haciendo contrabando con ambos. Y en medio de estas actividades vivirá una aventura amorosa con una mujer de una familia tradicionalmente rival.

Especialmente destacable resultan tanto el vestuario como la caracterización de los carlistas, con intervención del propio Pio Baroja. Aunque podrían haberse invertido más recursos que, junto a las limitaciones de la época, la han hecho envejecer mal.

Máxime cuando Juan de Orduña pasa de puntillas por los aspectos políticos y se detiene en exclusiva en los elementos románticos y aventureros, salpicados escenas del folclore vasco.

También está la conocidísima ¿Dónde vas Alfonso XII? (1958). Su director fue Luis César Amadori, está basada en la obra homónima de obra de teatro de Juan Ignacio Luca de Tena.

La trama se desarrolla en la España de finales de los años 60 principios de los 70 del siglo XIX, cuando la llamada Isabel II y su hijo Alfonso huyeron a París tras proclamarse la I República.

Teniendo el idilio romántico de este último con su prima María de las Mercedes, como narración principal, aparece esporádicamente el carlismo dentro del juego político del momento.

Resulta reseñable la escena en que Cánovas afirma que «en política hay que sacrificar muchas cosas a la eficacia. Sagasta está muy inclinado. Ojalá pudiéramos atraer también a los carlistas», con lo que el filme hace referencia a la táctica disolvente y, ante la historia, perdedora del partido conservador.

Aunque protagonizada por dos grandes de la escena, Vicente Parra y Paquita Rico (con coplas incluidas), no dejó más huella que su pretensión: la de una bonita historia de amor, bien dirigida y de buen ritmo, pero sin más objetivo.

FARO/Margaritas Hispánicas. M. D. Rodríguez Godino