Ucrania: Tambores de guerra para un conflicto que ya dura nueve años

Militar en una trincheraEl Universal

Hace nueve años, en noviembre de 2013, el entonces Presidente ucraniano prorruso, Victor Yanukóvich, suspendió el tratado firmado entre su país y la llamada «Unión Europea». La reacción interna se plasmó en manifestaciones de algunos millares de personas con el resultado de un centenar de muertos a manos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Ucrania tiene una extensión un poco mayor que España y un volumen de población parecido −44 millones de habitantes−.

A los tres meses de esos hechos, el Presidente decidió exiliarse tras la presión popular, no sin antes dejar sumidas extensas zonas de territorio ucraniano en duros enfrentamientos civiles entre prorrusos y «proeuropeos» (principalmente en Crimea). Mientras tanto, espías y militares rusos iban entrando en el país.

Estados Unidos había prometido a Gorbachov no expandir la OTAN al este de Alemania, pero ya están en Járkov. Ahora Moscú exige a la OTAN que no amplíe la organización a Ucrania: sólo retirará sus planes si la Alianza suscribe un pacto por escrito comprometiéndose a que Ucrania nunca sea recibida entre sus miembros. Esta medida es rechazada. La propia Ministra de Defensa española lo ha reafirmado esta semana: «Rusia no le puede decir a ningún país lo que puede hacer, y la OTAN va a defender a cualquier país que quiera entrar».

Fue en marzo de 2014 cuando Rusia se anexionó la península de Crimea tras un referéndum que Occidente no reconoce, por considerarlo fraudulento, aunque el 97% de los votos escrutados apoyan la anexión. ¿Cuál fue la reacción? EEUU y sus adláteres (UE y OTAN) suspendieron las negociaciones con Rusia.

No tardan las tensiones latentes en volver a aflorar, y entre abril y mayo, las regiones de Donetsk y Lugansk se autoproclaman «repúblicas populares» y piden ser parte de Rusia. En julio, un misil de fabricación rusa destruye el vuelo MH17 de Malaysia Airlines cuando sobrevolaba Donetsk. Mueren los 298 pasajeros del avión.

Los acontecimientos se suceden. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) Ucrania, Rusia, Donetsk y Lugansk firman un acuerdo el 5 de septiembre de 2015, con el que se decidía finalizar la guerra. Dicho acuerdo tendrá a duras penas, una duración de una semana.

El fracaso era la situación dominante cuando en octubre de 2016 «el Cuarteto de Normandía» se reúne en Berlín por iniciativa de Francia y Alemania; sin embargo, no pasó de ser más que una mera reunión sin resultado alguno. Y EEUU y la OTAN empiezan a acumular potencial militar en el país.

Ucrania tiene nuevo Presidente desde 2019 y su primera medida fue entablar conversaciones con Putin. Se consigue que se canjeen 200 prisioneros entre el gobierno y los separatistas. Pero no fue más que un espejismo, porque en el primer cuatrimestre del 2021, Rusia moviliza tropas en la frontera con Ucrania y toma posiciones en Crimea. El Gobierno de Moscú afirma sentirse amenazado por el acercamiento de Kiev hacia la OTAN, y defiende su derecho de prepararse frente a potenciales riesgos de seguridad, que sitúan a EEUU en sus fronteras.

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, llega a la zona para evaluar el movimiento indicando lo que cualquier observador veía: «la  mayor acumulación de tropas rusas desde la anexión de Crimea».

El 23 de agosto de 2021, 46 países y organizaciones (entre ellas OTAN) firman en Kiev la «Plataforma de Crimea» y exigen a Rusia que devuelva la mencionada península de Crimea.

La tensión crece y el pasado diciembre el gobierno norteamericano da un paso más, acusando a Rusia de una próxima invasión de Ucrania a «principios de 2022».

La «Unión Europea», mera marioneta en este tablero, amenaza con la aplicación de «sanciones enormes» a Rusia, de ser cierto lo que Joe Biden afirma.

En este mes, y ante el cruce de comunicados, EEUU y Rusia se reúnen en Ginebra, sin acuerdos. Con igual resultado, como era de esperar, se produjo la reunión entre la OTAN y Moscú. Pero el Kremlin es consciente de que EEUU ha perdido estrepitosamente las dos últimas guerras, Irak y Afganistán, y, ni su opinión pública, ni su economía, están lo suficientemente fuertes para soportar más desastres. A ello hay que añadir la presión de la República Popular China, también sabedora de la frágil economía de su rival.

EEUU reitera su mensaje el pasado 14 de enero: Rusia está planeando atacarles para así atribuirle la ofensiva a Kiev, en lo que se conoce como «ataque de falsa bandera» para justificar la invasión.

Cuatro días más tarde, se movilizan tropas en Bielorrusia, a la par que las reuniones se reanudan: el secretario de Estado de EEUU −Antony Blinken− comienza las reuniones con el ministro de Exteriores ruso −Serguéi Lavrov−  como la de hoy mismo, día 21 de enero.

Mientras, la ministra de Defensa de España, Margarita Robles promete el apoyo de la fragata Blas de Lezo, que ya se dirige al Mar Negro, hacia donde partió hace días el cazaminas Meteoro, como integrante de la OTAN. De esta manera, España, incrementará con nuevos efectivos, los que desde hace seis años tiene en Letonia, donde están desplegados más de 350 militares, para controlar el espacio aéreo de este país, ante las incursiones constantes de aviones militares rusos en su espacio aéreo.

Las amenazas crecen, y el presidente Joe Biden augura el posible conflicto como «un desastre para Rusia». Biden ha declarado que Putin «no ha visto nunca sanciones como las que he prometido que se impondrán si se mueve». Se publican imágenes de la gran concentración de tropas rusas, más de 100.000 soldados, y vehículos militares a lo largo de la frontera con Ucrania en la localidad de Yelnya.

Recordemos que los hogares europeos, en su mayoría, encienden la luz y cocinan con el gas ruso.

Roberto Gómez BastidaCírculo Tradicionalista de Baeza.