Ley de eutanasia

EFE

Presentada y debatida, en España estamos a un paso de la aprobación de la ley de eutanasia. Con mayor o menor ardor guerrero, Partido Popular y Vox presentaron enmiendas a la totalidad de la ley que fueron rechazadas por el Congreso de los Diputados. Es lo que tiene esta demoníaca democracia. Es el conjunto de todos los males sin mezcla posible de bien alguno.

Unos arguyen que la ley provocará resultados negativos, aumentará la presión sobre los ancianos. Otros, que el gobierno está del lado de la muerte, en el camino fácil y que no quiere escuchar que la solución estaría en los cuidados paliativos. Los promotores, al mismo tiempo que les insultan, los acusan de falta de empatía. Y todos meten a sus ancianos en las residencias. La demogresca, de nuevo, a toda máquina.

Ninguno pone sobre la mesa la cuestión de fondo: la eutanasia no es un derecho. Nadie tiene derecho a terminar con su propia vida, la eutanasia no es sino otra manera de llamar al suicidio. Y el suicidio es una traición a aquello que, nuestro admirado Wilhelmsen, llamaba la «primacía del amor de la tradición católica». Y así, mientras que en Oriente –por ejemplo, la cultura japonesa- o en el mundo pagano, el suicidio de justificaba y a muchos de ellos se les consideraba héroes o se les admiraba por su nobleza, «en la traición católica, esta posibilidad ha sido siempre rechazada enérgica y casi fanáticamente». Para la tradición católica, sólo la locura, súbita o lentamente madurada, engendraba tales intenciones o actos.

Para Chesterton, el suicidio «no sólo es un pecado, sino que es el pecado. Es el mal absoluto y último, la negativa a tener interés por la existencia, la negativa a prestar el juramento de lealtad a la vida». He aquí la cuestión más trascendental de la ley: es una negativa a la ley natural. Es una ley anómica, sin referencia a la ley fundamental, sin sumisión a la ley divina inscrita en la realidad de las cosas y de la creación.

Pero el legislador lo sabe. No lo oculta. Así lo expresa el ponente de la ley, D. Rafael Simancas, del Partido Socialista Obrero Español, en la exposición de motivos de la proposición de ley: «La legalización y regulación de la eutanasia se asientan sobre la compatibilidad de unos principios esenciales que son basamento de los derechos de las personas, y que son así recogidos en la Constitución española». Sí, han leído bien, queridos lectores, su fundamento en la Constitución española, es ésta la que recoge tal derecho, la que lo fundamenta. Nuestra Constitución lo hace posible.

De nuevo, debemos estar atentos, no dejarnos embaucar por vana palabrería liberal. Por muy conservadora que sea. Debemos ajustarnos a ese principio tradicionalista, que debería estar grabado en nuestra alma, dictado por Vázquez de Mella: cuidado con buscar en las causas las soluciones para las consecuencias.

¡Viva Cristo Rey!

P. Juan Retamar Server, Círculo Carlista Abanderado de la TradiciónNtra Sra De Los Desamparados.