Al señalar brevemente varios de los sucesivos órganos del ultramontanismo en la Península, nos limitaremos a las publicaciones nacidas en Madrid, y, de entre éstas, a las de mayor influencia, las cuales, en general, solían coincidir con las que gozaban del apoyo «oficioso» de buena parte del Episcopado español, conforme a los lineamientos político-pastorales emanados desde Roma. Todas ellas se caracterizan por el intento, más o menos velado, de desincentivar a las familias legitimistas de su oposición externa y absoluta al régimen usurpador-revolucionario y de integrarlas dentro del marco constitucional, so capa de «unión de los católicos».
En los orígenes del movimiento ultramontano o catolicista, es de obligada mención tanto el diario El Católico (1840-1857), como El Pensamiento de la Nación (1844-1846) de Balmes, que marcan la pauta que seguirán sus sucesores. Después del Bienio Progresista, surgirán las grandes cabeceras del movimiento neocatólico: La Regeneración (1855-1874), El Pensamiento Español (1860-1874), La Lealtad (1866-1868) y La Constancia (1867-1868), las cuales, tras la llamada «Gloriosa Revolución», se adhirieron al Rey legítimo. Comenta Melchor Ferrer al respecto: «Y allí, con los carlistas, fueron a refugiarse los antiguos neocatólicos, que, después de haber intentado destruir al carlismo, ahora estaban muy contentos de encontrarlo para poderse acoger a él». Pero había otro sector, al que podríamos denominar balmesiano, que permaneció «impenitente» y creó su propio grupo ultramontano madrileño denominado Asociación de Católicos en España, cuyo órgano principal fue el semanario mallorquín La Unidad Católica (1869-1873), dirigido por José M.ª Quadrado. En Julio de 1874 entra a la palestra pública un personaje que ejercerá el liderazgo del ultramontanismo durante las próximas décadas: Alejandro Pidal y Mon. Primero crea en esa fecha La España Católica, que durará hasta su supresión en Julio de 1875, reapareciendo el último día de ese año con el título La España, hasta su definitiva desaparición en Junio de 1878. Pero poco después participará en la creación de El Fénix (1879-1881), sustituido a su vez por La Unión (1881-1887), ambos órganos de la agrupación pidalina de La Unión Católica, que, tras fracasar en su enésimo llamamiento a las «honradas masas carlistas», acabaría disolviéndose en el Partido Conservador. Sólo consiguió arrastrar al periódico carlista La Fe (1875-1891), que sufrió la correspondiente desautorización de D. Carlos en Enero de 1881, aunque obteniendo su perdón y reincorporación a la lealtad en Diciembre de 1885. Su eterno rival El Siglo Futuro (1875-1936) no se tomó bastante bien ese Perdón Real, lo cual constituyó una de las «razones» que motivaron su ulterior cisma de 1888, creando la rama integrista del ultramontanismo, en eterna lucha con la otra rama mestiza.
Por su parte, Alejandro Pidal y sus amigos, tras caer La Unión en manos de terceros, crearon el periódico La Unión Católica (1887-1899). Pero pronto habrían de sufrir la competencia de El Movimiento Católico (1888-1897), del exlegitimista Valentín Gómez, órgano de los Congresos Católicos Nacionales (1889-1902), iniciados bajo el amparo del Cardenal Sancha. La insistencia de dicho diario en la adhesión de los católicos al régimen revolucionario era tan descarada, que motivó su condena por el Cardenal filocarlista Monescillo en 1894, siendo éste inmediatamente censurado por Roma y confirmada la línea «reconocementera» impulsada por Sancha (secundada también desde 1901 por Las Ligas Católicas del Cardenal Spínola). La última publicación que patrocinó Pidal fue El Universo (1900-1936), que acabaría convirtiéndose en el órgano de la Acción Católica Española (fundada en 1926). Por entonces ya declinaba la «estrella» del líder de los liberal-«católicos», quien sería sustituido a la cabeza del movimiento ultramontano por un nuevo grupo de publicistas que se hacían llamar «demócratas cristianos», encabezados por un tal Ángel Herrera Oria, director del diario El Debate (1910-1936) desde 1911, órgano de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fundada por Ángel Ayala en 1909. También serviría de órgano del Grupo de la Democracia Cristiana, «laboratorio de ideas» creado por el excarlista Severino Aznar y otros en 1919. Tras la Guerra de 1936, la Acción Católica tendría como órgano la revista Ecclesia, fundada en 1941 y que sigue publicándose hasta hoy día. Por su parte, la familia franquista de «los católicos» –liderada por el propio Ángel Herrera Oria, y que alcanzaría su máximo auge entre los Gobiernos de 1945 y 1957–, tuvieron como órgano principal el diario Ya (1935-1996), que también serviría de portavoz del llamado Grupo Tácito, grupo de intelectuales democristianos de izquierdas nacido hacia el final de la Dictadura. Por su parte, los democristianos de derechas o neointegristas gozarían de diversas publicaciones como las revistas Qué Pasa (1964-1981), Iglesia-Mundo (1971-1994), o Fuerza Nueva (1967-2017).
Félix M.ª Martín Antoniano