Leo, en un diario español de gran tirada, que la industria del videojuego afronta unas meteóricas perspectivas de crecimiento. Concretamente, su industria global ya dobla en ingresos a la del cine. Se trata, pues, de un sector con una demanda al alza, cosa que puede justificarse por varios motivos:
En primer lugar, existe una clara tendencia al excedente de mano de obra en los países occidentales, que podría crecer exponencialmente a medida que la progresiva automatización e informatización de procesos vaya eliminando los empleos menos cualificados, lo cual incrementa de modo sustancial la proporción de tiempo libre de una parte importante de la población.
En segundo lugar, el prototipo de consumidor masivo de estos productos es alguien que ya tiene medianamente asumido, desde joven, que forma parte de esa población excedente que difícilmente podrá ser económicamente independiente, aunque no sea sólo por causas exógenas, y que, voluntariamente o forzado, renuncia a asumir cargas familiares.
En tercer lugar, la despersonalización de la sociedad de masas posmoderna, coronada por los hábitos inducidos durante el tiempo de pandemia, contribuye al auto-encierro progresivo en las burbujas individuales y las relaciones sociales virtuales.
En cuarto lugar, el ramplón nivel educativo académico, junto con la perversión moral auspiciada desde las autoridades, hace al hombre más proclive a caer en vicios que han de venir a rellenar su vacío existencial.
El llamado Metaverso de Zuckeberg apunta a ser el resultado paradigmático de todo lo que acabamos de decir: acceso universal y barato (es decir, asumible con los subsidios gubernamentales) a una tecnología alienante que aspira a crear, literalmente, una realidad paralela, más creíble aún que la de los videojuegos, al capricho de las mentes concupiscentes de los usuarios malvivientes del capitalismo del futuro. Éstos serán los nuevos obreros sin obra, proletarios sin prole, empleados a ratos y bajo cualquier condición, pero ociosos el resto del tiempo, rebajados ya a la categoría de simples desechos del sistema, de los cuales solamente queda explotar su escasa capacidad de consumo en forma de servicios que no hacen sino envilecerlos aún más; para que no protesten, para que no se rebelen, para que no piensen, para que se les pueda limitar su vida ordinaria por decreto cuando se desee. En definitiva, para que obren según los señores del mundo esperan de ellos para la consecución de sus fines.
Pienso que la legalización en masa de las drogas blandas será el siguiente paso, cuando ni el vicio informático sea suficiente para saciar el profundo agujero al que se habrá conducido a miles de almas. Es la fase final de la gran descomposición del capitalismo. Quizá ni siquiera sea capitalismo lo que tenemos hoy. O, al menos, es otro capitalismo. Ya no el capitalismo industrial o de servicios básicos que nos viene a la mente: el de la producción en masa, del consumo en el centro comercial, de la negociación colectiva. El siguiente paso en la senda del «enrichez-vous» es el que genera riqueza a través de la producción sin trabajo, el consumo sin ingresos, la vida sin realidad.
Javier de Miguel, Círculo Abanderado de la Tradición y Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia