La política social distributista de la Iglesia (III)

Chesterton trabajando. Commons

Es la atención hacia la esencialísima cuestión de la finanza o dinero lo que distingue al Mayor Douglas de sus dos compatriotas, y, lo que es más importante, le acerca más a la doctrina eclesial que los propios distributistas. Daniel Sada Castaño, en su tesis doctoral Gilbert Keith Chesterton y el distributismo inglés en el primer tercio del siglo XX (ed. 2005), afirma que: «El propio Chesterton reconoce la sinceridad de muchos douglasistas proclamándose distributistas y muchos distributistas manifestando su acuerdo con el [Crédito Social]. Sin embargo, advierte Chesterton que el hecho de que algunas de las propuestas del Mayor Douglas sean acordes con el pensamiento distributista no debe permitir que el distributismo quite el dedo del renglón y piense que algo como el [Crédito Social] puede corregir satisfactoriamente el capitalismo y que sea aceptada como la gran propuesta de cambio por los distributistas. El distributismo no puede conformarse con medidas cuyo único cometido sea la redistribución de la riqueza. Los males del capitalismo no se acaban consiguiendo un mejor reparto de la riqueza, que es lo que en el mejor de los casos conseguiría el [Crédito Social], sino mediante un mejor reparto de la propiedad responsable y creativa». Y cita a Chesterton, el cual afirma (G. K.´s Weekly, 18/07/1935): «Si esto [i. e., el Crédito Social] satisface todas las necesidades del distributista, yo lo dudo; esto, en sí mismo, no revolucionará la vulgaridad repulsiva y la fealdad de la misma imagen de nuestra sociedad; y no restaurará para el trabajo diario una dignidad creativa y cristiana».

Belloc, por su parte, afirmaba en The New English Weekly (01/11/1934): «Una sociedad en la que los hombres piensen en términos de ingreso, es radicalmente diferente de una en que los hombres piensen en términos de propiedad». Y argumentaba así en el Prólogo a su Ensayo sobre la restauración de la propiedad (1936, ed. trad. 1949): «Otro motivo acerca del cual el lector puede considerarme culpable de omisión es la ausencia de un examen amplio de los nuevos proyectos de Crédito Social. Me refiero ligeramente a ellos en la última parte, pero sólo en forma muy breve.  El motivo es que tales iniciativas (sobre todo la principal, el Proyecto Douglas), no implican un adelanto en el camino hacia la propiedad, ni se encuentran directamente vinculadas con esta idea. Ellas se refieren solamente a la idea de los ingresos. En general se proponen –y especialmente el proyecto de crédito de Douglas– restablecer el poder adquisitivo de las clases desheredadas de la sociedad, llevadas a la ruina por el capitalismo industrial. Exactamente ese mismo resultado se obtendrá también con una buena distribución [directa] de la propiedad; pero un sistema de crédito podría, al menos en teoría, alcanzar ese objetivo de una manera inmediata y universal, mientras que es improbable que la restauración [directa] de la propiedad sea lograda, y, aun en el caso de tener éxito, deberá ser una tarea larga, desarrollada al menos durante un par de generaciones. Además, ninguna restauración de la propiedad podrá ser universal, ni aplicarse igualmente a toda la sociedad. El propósito de quienes piensan como yo en estos asuntos no es restablecer el poder adquisitivo, sino restaurar la libertad económica. Es verdad que no puede haber libertad económica sin poder adquisitivo, y es verdad también que la libertad económica varía, en cierta medida, directamente con relación al poder adquisitivo; pero no es exacto, en cambio, que poder adquisitivo sea equivalente a libertad económica. El gerente de una empresa que gana $ 2.000 mensuales y que puede ser despedido según el capricho de sus patrones, tiene un amplio poder adquisitivo, pero carece de libertad económica. Yo eludo el estudio de los nuevos proyectos de crédito, no por ignorarlos, ni por subestimar su gran importancia, sino solamente porque no se relacionan con mi objetivo. Si uno está tratando de persuadir a la gente de que viva en la tierra en lugar de hacerlo en el agua, no es lógico que termine añadiendo un capítulo sobre el arte de la natación».

Creemos que en todo este largo texto Belloc incurre en una falacia: no admitir que por la vía de ingresos financieros (vía indirecta) se puede conseguir el mismo resultado de restaurar la propiedad (= libertad económica), por lo que es erróneo que diga que esa vía no está relacionada con el objetivo de conseguir la libertad económica (razón por la cual no le interesa estudiarla). Repetimos que los Papas no tenían problema alguno en promover la consecución del objetivo a través de un mecanismo indirecto de ingreso financiero: el salario. ¿A qué vienen, pues, esas reticencias de Belloc? Pero la incongruencia del gran apologista católico llega al paroxismo hacia el final de dicha obra, al reconocer la decisiva influencia social del crédito.

(Continuará)

Félix M.ª Martín Antoniano