Fundamentos del franquismo

EFE

Con mucha frecuencia percibimos la gran confusión que impera en torno a la figura del general Franco. Confusión en muchas ocasiones con cierto grado de culpabilidad por parte de sus víctimas. Y me refiero, distendidamente, a la culpabilidad de los confusos, porque estimo que el grado de neblina es directamente proporcional a la creencia en los sólidos fundamentos del régimen.

Ciertamente, hablar de franquismo o ideología franquista es algo similar a referirnos a la nada, pero ¿existe la posibilidad de que no sea así? Los fundamentos doctrinales del franquismo, si existen, deben ser rastreados en función del resto de corrientes presentes en el mismo. Por un lado, el izquierdismo falangista totalitario, un ente de razón que, pese a sus pretensiones revolucionarias, debió mucho a la burguesía conservadora urbana cosmopolita nostálgica del régimen de Primo de Rivera. Por otro lado, el liberalismo católico apoyado en la institución del régimen y diseminado según diversas familias. Cuando me refiero a la institución, hablo de la asunción de principios como Estado, soberanía, clericalismo, Nación… todos ellos elementos sustanciales del catolicismo liberal y que estuvieron presentes hasta el final de los días del general Franco, con matices lógicos asociados al transcurrir del tiempo, y por las familias, en función del momento unas iban sustituyendo a otras.

No menciono al tradicionalismo hispánico dado que, teniendo un peso sin parangón en la Cruzada, no es menos cierto que el régimen nacido de la voluntad franquista nunca tuvo nada que ver con el tradicionalismo católico español. Puede que pudiésemos mencionar como objeción a ello la confesionalidad del Estado a la que se oponía especialmente el falangismo, contumaz en el izquierdismo y en otros errores. Pero ésta, sería una verdad a medias, dado que el fin del carlismo no era la confesionalidad sino la unidad católica. Por lo tanto, me reafirmo en mantener al carlismo fuera del franquismo, más aún en heroica oposición fuera de algunas deserciones tristes y lógicamente estériles.

Existiendo esta separación sustancial, este abismo insuperable entre grupos, cabe preguntarse no ya la naturaleza, sino la existencia del nexo que una semejantes diferencias. Algunos bienpensantes señalan al catolicismo como nexo, pero es matizable en la medida en que el franquismo lo minó legal y socialmente. Legalmente con la introducción del principio de libertad religiosa a partir del año 1966, y socialmente por su entrega en brazos de los gringos que, con la excusa del anticomunismo, extendieron sus tentáculos sustituyendo las prácticas sociales españolas por músicas, modas e ideologías venidas de Norteamérica.

Como conclusión, creo que lo justo es decir que el fundamento del franquismo era… Franco. A medida que el general Franco cambiaba de preferencias oportunistas, viraban con él su sistema y ministros. De hecho, en puridad, ser franquista hoy es defender la Constitución de 1978, creada por franquistas, asumida por una sociedad que, en lugar de levantamientos armados ante su imposición, la aceptó entre aplausos y decadente música de Jarcha.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense.