Si consideramos la doctrina de san Agustín tal como fue sintetizada por santo Tomás y posteriormente enriquecida por la escolástica posterior, con poca probabilidad podemos calificar al enfrentamiento en el territorio ucraniano como de guerra justa. Pero es nuestro deber, avanzar en el discernimiento de cuanto está sucediendo, haciéndonos algunas preguntas que vayan más allá de una comprensión meramente historicista del acontecimiento bélico.
He evitado hablar de la guerra entre «Rusia y Ucrania» porque no hace honor a la verdad. Cuanto está aconteciendo, excede los limites nacionales de los dos estados y tampoco es sencillo establecerlos teniendo en cuenta la historia paralela de ambos pueblos. También evito el uso del término «invasión» pues está por ver si es realmente una invasión, sólo los días o los meses, nos permitirán afirmar este hecho. Dejo de lado igualmente las citas directas a las palabras actuales de los gobernantes sobre sus motivos y finalidades, por no saber su grado de veracidad: la palabra y la imagen, más aún en nuestra coyuntura «stream live», es un arma más de la guerra que se está librando.
Entre los contrincantes, no todos ellos militarmente activos, encontramos, por un lado, a Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea y Ucrania. Al otro lado, Rusia y China. Sólo desde este punto de vista, se puede tener un acceso global a cuanto ocurre. Los intereses van más allá de la seguridad, del nacionalismo o de la economía. Se enfrenta Estados Unidos y su cultura vacía, agonizante y paganizante, frente a aquellos que no se someten al Gran Dictador y su degradación moral, aunque no por ello, estén adornados de las virtudes del buen gobernante cristiano. Como en toda guerra, hay cuestiones morales en juego, no sólo las geopolíticas o históricas a las que hacen referencia los medios.
Otro elemento interesante en el discernimiento de cuanto acontece en el conflicto, son las palabras de nuestro Rey Don Sixto en una entrevista concedida en el año 2014 en la revista Monde & Vie: «La Unión Europea es un engendro completamente artificial; ha hecho creer a cada una de las naciones adheridas a ella, que, por su virtud, los europeos serían más competitivos en comparación con los Estados Unidos. Lo que se ha producido ha sido exactamente lo contrario. Al introducir a Gran Bretaña hemos instalado el caballo de Troya estadounidense en Europa. Es evidente que el mundo anglosajón, Inglaterra o Estados Unidos, no puede aceptar de ninguna manera que el mundo tal como lo concibe no obedezca a sus normas, a sus reglas. Y Rusia es el único país que actualmente puede permitirse esta excepción, esta reacción».
Rusia no es un país ejemplar. Más allá de filias y fobias, debemos constatar un hecho: Rusia es un país degradado económica y moralmente. Encontramos en Rusia la mayor tasa de abortos, casi triplica la de Estados Unidos, la mayor tasa de alcoholismo en hombres y una economía deshecha. Pero es precisamente contra ello, contra esta imposición, contra sus consecuencias, por la que se lucha esta guerra. Así, afirma Putin: «los rusos han vuelto a la fe cristiana sin ninguna presión por parte del Estado ni tampoco de la Iglesia. La gente se pregunta por qué. La gente de mi edad se acuerda del Código de los constructores del comunismo… Cuando ese Código dejó de existir, se hizo un vacío moral que no se podía colmar sino retornando a los valores auténticos».
Este análisis, esta constatación, nos deja un diagnóstico que el tradicionalismo ha defendido siempre: izquierda y derecha, liberalismo y comunismo, dan los mismos frutos. Tanto liberalismo impuesto por Estados Unidos y sus satélites, como el comunismo expandido por la antigua Unión Soviética y sus satélites y aliados, ha dejado como rastro, la degradación moral del hombre y la sociedad en la que habita y la necesidad de una restauración.
P. Juan María Latorre, Círculo sacerdotal Cura Santa Cruz.