¿Cómo salvaremos lo que se pueda?

Un momento de la protesta. EP

Dice don José Miguel Gambra, en su artículo Educación, libertad y verdad, de recomendable lectura para padres y educadores:

«La enseñanza no está en una situación de emergencia que exija tomar precauciones extraordinarias ante un peligro, es más bien zona devastada por una catástrofe, ante la cual sólo cabe reunir fuerzas para salvar lo que se pueda».

El profesor hace alusión, a su vez, a una interesantísima cita de Pío XI en su encíclica Divini Illius Magistri, sobre la educación cristiana de la juventud: «La educación no es una obra de los individuos, es una obra de la sociedad. Ahora bien, tres son las sociedades necesarias, distintas, pero armónicamente unidas por Dios, en el seno de las cuales nace el hombre: dos sociedades de orden natural, la familia y el Estado; la tercera, la Iglesia, de orden sobrenatural».

Así, volviendo a la primera reflexión de don José Miguel, cabe preguntarse: ¿Cómo salvaremos lo que se pueda?

Una reciente manifestación contra la Ley Celaá evidencia cómo los padres no saben en qué consiste la verdadera educación para sus hijos. Las declaraciones de la plataforma organizativa de dicha manifestación eran estas:

«Estamos ante un Proyecto de Ley fuertemente intervencionista que promueve la restricción de derechos y libertades ciudadanas y atenta contra la pluralidad de nuestro sistema educativo, elemento sin duda clave en una sociedad democrática».

Muchos padres de los que se manifestaron eran padres católicos que llevaban a sus hijos a colegios católicos, al menos nominalmente católicos y exigían ¡madre mía!− «pluralidad, como elemento clave en una sociedad democrática».

¿Cómo salvaremos lo que se pueda en una sociedad en la que los padres apenas saben qué están defendiendo? ¿En una sociedad en la que el fin último de la educación para la mayoría de ellos es simplemente la prosperidad económica de los hijos y una buena posición social?

¿Cómo salvaremos lo que se pueda si ya no quedan obispos que les recuerden a los políticos los derechos de la Iglesia? Que como recuerda José Miguel Gambra citando la encíclica antes mencionada «comprende a todas las gentes, sin límite alguno, según el mandato de Cristo: Enseñad a todas las gentes; y no hay potestad terrena que pueda legítimamente disputar o impedir su derecho. Lo cual, por supuesto, no impide que también la familia y el Estado tengan responsabilidades en la tarea educativa, aunque siempre subordinados al orden sobrenatural al que pertenecen los derechos de la Iglesia».

¿Cómo salvaremos lo que se pueda si el Estado se ha convertido en enemigo de la Iglesia, si la familia ha olvidado la fe de nuestros padres y la Iglesia apenas alza la voz para recordar la doctrina de la que es custodia?

Ocho reformas educativas en 50 años, todas ellas introducidas por el partido socialista (excepto la de 2002, que apenas duró un año y fue promovida por el partido popular), han sido necesarias para eliminar la educación católica de la escuela y esos mismos 50 años han sido necesarios para que la Iglesia deje de recordar a tiempo y a destiempo su misión sobrenatural.

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas