
El ruido es quizá lo peor de la democracia. Multitud de conservadores jalean en España a causa de las elecciones estadounidenses. Turbulentos alaridos de «tongo», «pucherazo» y hasta de «¡Viva Trump!». Una dudosa España con alma yanqui que se desvive por sucesos extraños a miles de kilómetros.
Siempre me sorprendieron las filias y las fobias de los conservadores. Su queja de la postergación española, su alabo al poderío de la metrópoli. Su denostación del progresismo demócrata, su adoración al conservadurismo republicano. Su denuncia de la sumisión a Europa, su cipayismo tras el Tío Sam.
España está postergada gracias a la acción de la derecha. España está sometida gracias a la acción de la derecha. Sí, también de la izquierda. Pero los Estados Unidos agradecen especialmente a la derecha la aculturación gringa de España.
La revolución musical de masas, la filmográfica. La introducción de la ética del desarrollismo, raíz de nuestro individualismo posmoderno. La admisión del inglés como lengua de civilización. El establecimiento de un paradigma bilingüe inglés en la enseñanza madrileña, y de ahí a toda España. El entusiasmo por lo gringo ha movilizado reformas sustanciales en nuestras instituciones y cultura, desde el franquismo a los pinitos del PP.
La contribución de ese entusiasmo a la desolación de España es impagable. Dolores de parto para esta España que no es España: sin Dios, de moral a la carta. Con la miseria económica abriéndose camino entre la mezquindad espiritual. Espero que los conservadores de esta desolación sean conscientes. Es tan grande el trabajo, tan realmente impagable, que no se lo van a pagar.
La yanquización de España es patrimonio de la derecha. Han querido una España gringa en lo moral, en lo institucional y en lo cultural. Casi se siente en determinados gestos cómo piden que España sea el Estado 51 o 52. «¡Vota Trump, veinte, veinte!». Los conservadores en España quieren postular al gobierno en Washington, no en Madrid.
Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo.