
El martes 29 de mayo el presidente del Consejo de Ministros italiano, Mario Draghi, se desplazó a Nápoles a fin de suscribir el compromiso del gobierno para conceder a la ciudad metropolitana en los próximos veinte años la suma de 1231 millones de euros y sanar el déficit del Ayuntamiento. El «pacto por Nápoles» entra oficialmente en el acuerdo más amplio con las ciudades metropolitanas con pérdidas superiores a 700 millones de euros y aparece ligado a la consecución de algunos objetivos. En realidad supone un pagaré firmado por la mayoría gubernamental a la mayoría del gobierno municipal de Nápoles. Porque Gaetano Manfredi, ex rector de la Universidad Federico II de Nápoles y ministro de Investigación y Universidades en el segundo gobierno de Giuseppe Conte, había condicionado su aceptación de la candidatura a alcalde de Nápoles a un plan gubernamental de compensación de la deuda que evitase la quiebra.
El acto tuvo lugar en la Sala de los Barones del Castillo Nuevo de Nápoles, conocido popularmente como Torreón Angevino. El profesor Draghi, tomando la palabra ante el Pleno del Ayuntamiento, ha recordado la vieja retórica de la «cuestión meridional», nacida como todos saben con el Estado liberal surgido del Risorgimento, del que procede la República actual: «Debemos admitir la existencia de una «cuestión meridional», pero sin reivindicaciones estériles. Y afrontarla con urgencia, determinación y unidad». Palabras, palabras, palabras… Sólo palabras.
Fuera del Castillo se congregó una multitud de manifestantes que protestaba la presencia del presidente del Consejo. Pero un despliegue policial permitió a Draghi alejarse del lugar sin ser molestado. Algo más tarde, en el barrio llamado de la Sanità, visitó la basílica del siglo XVI de Santa María y sus catacumbas de San Gaudioso. Al salir de la basílica, el presidente fue arrollado por una multitud espontánea de viandantes que han comenzado a proferir expresiones injuriosas en lengua napolitana, que es mejor no reproducir. La numerosa fuerza pública presente ha reaccionado con prudencia frente a la ira popular (Nápoles no es Trieste) y Draghi ha podido comer una pizza en la «Concettina ai Tre Santi», sin moverse del barrio. Pero a la salida de la pizzería se ha vuelto a producir una protesta, de nuevo espontánea, al grito de «Armas no, trabajo sí», «fondos para los hospitales y no para los arsenales». Mario Draghi, protegido por un cordón policial, sonriendo, ha saludado con la mano a los manifestantes. No se entiende ni este gesto ni el titular de la Agencia Ansa: «Pacto por Nápoles. Draghi: ‘Gracias por la espléndida acogida’». Por lo demás, el economista pasado a la política no es la primera vez que acude a la paradoja. En el pasado reciente, efectivamente, tuvo el valor de decir: «El que se vacuna no contagia». O incluso: «la cartilla de vacunación es garantía de seguridad». Sobra cualquier comentario.
Agencia FARO, Circolo Carlista Generale Borges. Francesco Maurizio Di Giovine.