Benito Juárez: El ídolo del Estado revolucionario-liberal mejicano

Benito Juarez & La Reforma 1948 Jose Clemente Orozco (1883-1949 Mexican) Mural National History Museum, Chapultepec Castle, Mexico City, Mexico

Como es costumbre cada 21 de marzo, el Estado mejicano conme­moró el natalicio del principal cabecilla del bando liberal decimonóni­co:  Benito Juárez.  Sean gobiernos liberales o revolucionarios, de la de­recha de Acción Nacional, del nacionalismo revolucionario del PRI o de la izquierda Morenista; toda la clase política considera una obligación ineludible postrarse ante la memoria del principal artífice de las llama­das Leyes de Reforma que consumaron la apostasía del Estado en el si­glo XIX, privándolo de su carácter confesional e implementando el lai­cismo, como un avance decisivo en el proceso de fortalecimiento de la modernidad política.

No obstante, es necesario clarificar las razones por las cuales, desde la perspectiva de la Tradición política, el legado de Juárez fue alta­mente pernicioso tanto para el desarrollo normal de la vida espiritual de los mejicanos como para su desenvolvimiento político y económico. Por otro lado, sus alianzas y contubernios con el gobierno de Estados U­nidos   pusieron en grave riesgo tanto la independencia política mejica­na, como la integridad del territorio.

Benito Juárez, miembro desde hacía años atrás de la masonería, llegó a puestos relevantes de la administración pública a partir de 1855 después de la Revolución de Ayutla, en donde fungió como ministro de justicia e instrucción pública. Una de sus primeras disposiciones fue promover en noviembre de 1855 la llamada “Ley Juárez” la cual esta­bleció la renunciabilidad del fuero eclesiástico (contraviniendo el dere­cho canónico) y militar, ordenando que los tribunales civiles juzgaran a clérigos y militares en casos de delitos civiles. Esta ley, vendría a im­poner la centralización jurídica propia de la modernidad, eliminando los últimos rastros de las leyes forales que habían estado presentes en el derecho novohispano durante la época de unidad de la Nueva España con la Monarquía Católica.

La Reforma liberal desde luego no fue obra exclusiva de Benito Juárez, pero su nombre se asocia con este periodo, debido a que la ca­marilla que gobernaba el país compartía con el personaje mencionado, un mismo odio revolucionario y antirreligioso, que pretendía borrar de la faz de la comunidad política mejicana la saludable influencia de la religión, para lo cual comenzaron a aprobarse nuevas disposiciones con la aprobación del presidente liberal Ignacio Comonfort. Otra de las le­yes que se expidieron por esta época fue la Ley Lafragua de diciembre de 1855 que proclamó la libertad de prensa, dejando vía libre a la pren­sa anticlerical, a la vez que se mantuvo una cláusula contra los que a­tacaran la ley o los actos de autoridad, que sirvió como herramienta de represión contra la oposición antiliberal.

Sin embargo, la que sería una de las disposiciones más perniciosas fue la llamada Ley Lerdo o de desamortización de bienes de «manos muer­tas» de junio de 1856. Con ella se despojaba de la mayor parte de sus bienes tanto a la Iglesia, so pretexto de su supuesta improductividad, como a otras corporaciones civiles y a las comunidades indígenas. El golpe contra la Iglesia tenía el objetivo de ahogarla económicamente e impedir su obra de beneficencia social que realizaba a través de hospi­cios, casas de menesterosos, asilos, hospitales, etc. Por otro lado, la a­gresión contra las corporaciones civiles pretendían liquidar los últimos gremios y cofradías. Esta ley también afectó gravemente a los indígenas que fueron despojados de las tierras comunales que desde la era novo­hispana les garantizaba el sustento, otorgándose así a unos cuantos particulares, ligados al régimen liberal, la concesión de amplias exten­siones de tierra marcando el inicio del auge de los latifundios y conde­nando a la misera a los indígenas.

Este proceso destructivo tuvo su complemento con la promulga­ción de la Constitución de 1857, en cuya redacción también participó Benito Juárez. Este documento; ahondó la descatolización de Méjico al proclamar la libertad de enseñanza y su laicidad, la desautorización de los votos religiosos, la supresión definitiva del fuero eclesiástico y los tribunales especiales y la negación de la capacidad de las corporaciones civiles y eclesiásticas de poseer bienes raíces a excepción de los edificios dedicados al servicio u objeto de la institución. Como puede observarse avanzaba a grandes pasos las tentativas de control absoluto del Estado liberal sobre la institución eclesiástica.

Austreberto Martínez Villegas. Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta