En defensa de la filosofía (y II)

Et in Arcadia ego, por Nicolas Poussin

Otro factor que ha contribuido a relegar a la filosofía a un segundo plano es lo que podríamos llamar la mercantilización de las disciplinas en las sociedades contemporáneas. En la actualidad, las carreras universitarias están enfocadas únicamente a ofrecer un trabajo. Por su parte, la filosofía no ofrece sólidas garantías de cara a asegurar un puesto en el mercado laboral. En este intento de garantizar un trabajo por parte de las universidades, las carreras humanísticas no pueden salir bien paradas, pues generalmente tienen un fin más teórico que práctico.

Es absurdo estudiar una disciplina como la filosofía, que en su significado etimológico quiere decir «amor a la sabiduría», para que te ayude a encontrar un puesto de trabajo. El plan Bolonia y sus secuaces tienen poco que decir a favor de las humanidades, pues su único fin es preparar al estudiantado para ofrecer unos servicios que se adapten correctamente al mercado. La universidad ya no es el ámbito en el que se busca adquirir conocimiento y los estudiantes acuden para formarse en su integridad, sino que es cada vez más un prolegómeno del mercado laboral.

Un último motivo que no hay que descartar y que ha contribuido al debilitamiento de la filosofía es la firme intención de los poderes públicos y globales de formar masas ignorantes y carentes de sentido crítico. Es decir, un intento de crear una colectividad borrega que no se preocupa más que por su bienestar material. Solo hace falta ver cómo ha reaccionado la mayoría de la población ante la pandemia del covid: se han obedecido sumisamente las más ridículas medidas propuestas por cualquier gobierno de turno, sin ningún tipo de amago de rebeldía ante desfachateces como el toque de queda o la imposición de la vacuna obligatoria para acceder a ciertos lugares.

En este sentido, la filosofía enseña a pensar, enseña a formar un juicio crítico al margen de las opiniones colectivas de ovejas sin pastor. Bien encauzada, la filosofía es un arma poderosísima contra los poderes globales, que no pueden permitirse que exista una población sana intelectualmente, con afán por preguntarse por el bien y por el mal y con una recta intención por alcanzar la verdad. Para estos poderes, es preciso mantener adormecidas a las masas, para que no salgan de su letargo de sensualidad y placer: que su único guía sea una voluntad ciega, sin intelecto que la oriente, para así seguir beneficiándose de estos cadáveres que dicen estar vivos.

En definitiva, la filosofía es una disciplina necesaria para el ser humano. Es, por una parte, el fundamento de toda ciencia, como se ha explicado previamente. No habría ninguna ciencia si no existiera la filosofía. A su vez, la filosofía se pregunta por las cuestiones más radicales, que son de extremada importancia para el ser humano y que, sin una respuesta adecuada, no podría orientar su vida. De este modo, todo intento por acabar con la filosofía lleva consigo procurar deshumanizar al ser humano: se trata de un intento de acabar con su intelecto y que se guíe únicamente por la fuerza ciega de su voluntad.

Javier C. Díaz Perfecto, Navarra