El establishment político, que se ufana tanto del régimen surgido en 1991, no puede ver que Petro, el mismo que destruirá la Constitución es un monstruo que ésta misma creó. No entienden que los millones de colombianos que lo elegirán en el fondo votan por un cambio revolucionario a un statu quo que detestan, con toda razón.
El régimen que aplicó un liberalismo despiadado en lo económico apoyado por un marxismo adoctrinador en lo cultural, no podía menos que ir al encuentro del fenómeno que hoy representa Gustavo Petro. ¿Creían acaso que no haberle trancado el macho a FECODE iba a quedar impune? ¿Pensaron que las decisiones de una Corte Constitucional de izquierda, que desmembró el ethos de la familia colombiana —desde la destrucción del matrimonio hasta el aborto— no cobrarían su factura? (La misma Corte que prohibió erradicar la coca, como si el narcotráfico no fuera el combustible inmediato y más eficaz de la miseria y la violencia.) ¿Creyeron que la democratización de las elecciones locales no iba a devenir en una grotesca corruptela que hoy tiene más desprestigiada que nunca a la clase política?
Como nuestro establishment carece de perspectiva histórica, no pudo entender que, despojando a la Iglesia Católica de todas sus prerrogativas, acabaron con el único elemento serio que había garantizado el orden social en este país desde el Siglo VXI. Para contemporizar con el indigenismo de otros países, inventaron acá uno postizo, que ha aumentado odios raciales antes no existentes y servido de excusa para destruir la industria agrícola (como si los TLC no la tuvieran ya bastante maltrecha).
Con la última adenda al moribundo régimen constitucional de 1991, juzgaron que regalando curules en el Congreso a narcoterroristas y organizándoles una jurisdicción JEP para su impunidad, no iban a generar un trastorno social que —en contra o a favor de las FARC— en todo caso se volcaría contra el sistema mismo.
Los agentes políticos del régimen constitucional surgido en 1991, gobierno tras gobierno, se han encargado de construir las circunstancias de descontento óptimas para que los colombianos se apresuren a las urnas exigiendo el derrocamiento del mismo. Así lo harán este año y también en el 2023, cuando venga la Asamblea Constituyente. Por supuesto que la Constitución de Petro será peor que la actual e intensificará dolorosamente todos sus vicios. Sin embargo, al establishment que será derrotado en cabeza de «Fico», igual de mediocre que todos sus antecesores, habrá que decirle lo mismo que a Boabdil saliendo de Granada: «Ahora llora como mujer, lo que no supisteis defender como hombre».
Santiago Quijano, Círculo tradicionalista de Santa Fe