El extraño caso de Blas Piñar

Blas Piñar saluda en una manifestación del partido «Fuerza Nueva» en Madrid, en 1979 Foto Chema Conesa

Quizá el mejor resumen del problema fundamental de la actitud política de Blas Piñar lo dio él mismo en un programa de La Clave dedicado a la figura de Franco, emitido en Noviembre de 1992: «Yo fui un contestatario dentro del sistema [franquista]… precisamente por lealtad al sistema [franquista]». Es decir, él estaba a favor de un régimen que se autodefinía a sí mismo como «Monarquía tradicional, católica, social y representativa», pero, al mismo tiempo, desempeñó una feroz oposición a las políticas demoliberalizantes y neocapitalistas aceleradas en todos los ámbitos (sociopolítico, educativo, económico, internacional, social, religioso, cultural, etc.) por los hombres de la etapa tecnocrática (1957-1973), creyendo que dichas políticas eran contrarias a la Constitución del sistema. Esta lucha personal la recoge en el primer Tomo de sus Memorias Escrito para la Historia (2000).

Al reseñarlo, comenta Manuel de Santa Cruz muy atinadamente (Verbo, Ag.-Sep.-Oct. 2001): «Una constante, muy constante, en todas las páginas del libro, en todas las actuaciones de Piñar, es su devoción a Franco en unos niveles insuperados que no comparto. Como no es tonto, se daba cuenta en seguida de las maniobras enemigas –enemigas de Dios y de España– en la mayoría de los asuntos que recuerda. No cede; contraataca, pierde, pero sigue, y cuando tirando del hilo llega hasta las manos de Franco, que en última instancia dispone las cosas en contra suya, de Piñar, se calla, hace un silencio absoluto, y corta el relato tajantemente, y sin explicaciones, y se va a otro tema. No entiendo este silencio, porque no puede evitar que el lector comprenda que el Caudillo le está tomando el pelo. […] La colección de la revista Fuerza Nueva es, análogamente, un catálogo, de inapreciable valor como fuente histórica, de denuncias que se agotan, una tras otra, silenciosamente, a los pies de Franco, sin remedio posterior».

Esta oposición descrita, en principio, nos puede parecer rara, pues solemos conocer sólo al Blas Piñar y a la Fuerza Nueva de 1976 en adelante, de un profranquismo irracional a ultranza. Pero el personaje y la revista anteriores a ese año se ajustan al dedillo a la exposición transcrita. Por ej., cuenta Blas Piñar con motivo de un puesto estatal que le ofrecieron en 1973 (pág. 197): «Pedí audiencia en el Palacio de El Pardo. Se me concedió. A Franco le expuse [que] no me era posible colaborar desde ningún cargo con una situación política que, con el amparo oficial, estaba dinamitando el Régimen». ¿Y no podía llegar el propio Piñar a la probable conclusión de que todas esas políticas, realizadas a la vista y ciencia de Franco, no suponían una «dinamitación» del sistema, sino que constituían precisamente su fiel implementación-desarrollo y representaban su genuina interpretación querida por el Dictador, su inventor, el cual, por ello, no hacía nada para evitarlas, sino que las fomentaba? Por eso, otros publicistas que guardaban alguna similitud ideológica con Piñar sacaban deducciones más lógicas, como por ej. M. de Sivatte, el cual llegó a calificar a Franco, en un Aplec celebrado en Montserrat en Mayo de 1974, como «el enemigo número uno del Carlismo y de la Patria» (según recogía la sentencia del Gobernador Civil tras su detención). ¿Qué más pruebas necesitaba soportar Blas Piñar para darse cuenta de la terrible realidad?: cese de cargo por atreverse a decir algunas verdades sobre los EE.UU.; agresiones impunes a alguno de sus hijos en la Universidad estatal; varias multas, y secuestros de su revista; ofrecimiento de cargos públicos en países extranjeros; denuestos y chanzas contra él en la «Prensa del Movimiento», etc., etc.

De hecho, fue esta última circunstancia la que terminó por hacerle pedir la dimisión a Franco de su plaza de Consejero del Partido franquista, en carta de 25 de Noviembre de 1970, por entender que «las ofensas, duras y reiteradas, que estoy recibiendo, no ya de la prensa llamada libre, sino de los diarios Pueblo y Arriba, me han hecho reflexionar muy seriamente, llegando a la conclusión de que si de tal forma se manifiestan los órganos de opinión vinculados al Movimiento, del que es Jefe Nacional S. E., he dejado de merecer la confianza que justifica mi continuidad». Con razón decía Fal Conde en relación a toda esa incomprensible actitud incoherente (Carta al Jefe legitimista asturiano Rufino Menéndez, 05/05/72): «Ahí tenemos al amigo Blas Piñar, bramando furioso y con razón sobrada por las… emancipaciones africanas, y besando la mano donadora de procuras en Cortes del autor de esas… emancipaciones». Algunos legitimistas (que se agruparían en su mayoría después en el partido UNE) se dejaron arrastrar por esta falaz dialéctica Principios franquistas buenos vs. Políticas de los Gobiernos malas, la cual también está en la base de la no menos mitológica afirmación de una supuesta ruptura «jurídico-legal» entre el actual régimen del 78 y el sistema franquista, debidamente refutada y contestada por el Ministro franquista Fernando Suárez en su famoso debate con Blas Piñar en el Parlamento franquista en la Sesión del 16 de Noviembre de 1976.

Félix M.ª Martín Antoniano