Hace unos días el diario Libertad Digital publicaba un artículo sobre Ratzinger calificándolo de «pensador de calado». El artículo lo titulaba: «La grandeza de Ratzinger».
Si nos disgusta la persecución a la Iglesia, por parte de medios anticatólicos, no deja también de causarnos rechazo la alabanza hacia la figura de Ratzinger por parte de medios liberales. Es verdad que los medios anticatólicos no conocen la Iglesia, y los fundamentos de sus críticas y de su persecución no siempre tienen relación con la verdad. Sin embargo, dado el estado de confusión que vive la Iglesia es frustrante ver el cariño y fascinación de los medios liberales (no declaradamente anticatólicos) hacia la figura del Emérito.
El autor de dicho artículo cita el debate entre Habermas y Ratzinger y ciertas declaraciones anti-marxistas de Benedicto para justificar sus alabanzas.
El debate en cuestión ha sido analizado por el profesor Juan Fernando Segovia de una manera tan respetuosa y elegante como clara. En palabras del profesor: «Por un lado, estamos frente a un expositor del triunfo indisputado de los valores liberales; por el otro, me temo que asistimos al derrotismo del pensamiento católico. Dicho de otro modo: en este diálogo queda demostrado de qué manera la infección liberal en el catolicismo es la causa principal de su actual desconcierto y fracaso; y cómo esta mala simiente, (…) puede explicar el desarrollo del pensamiento católico –predominante, oficial incluso– en la última mitad de siglo XX».
Es curioso cómo ciertos medios son ardientes admiradores de discusiones «educadas» y de «categoría intelectual» aunque en esas discusiones no se perciba ni un atisbo de acercamiento a la verdad. Y esto es lo que vemos en esta discusión y en su buen recibimiento por parte de medios liberales y católico-liberales. Supongo que se frotarían las manos ante dicho debate. Al fin y al cabo, es una manera de justificar su posición.
Asistimos con desconcierto a una Iglesia a la carta en la que cada cual puede acercarse y elegir su plato porque hay para todos los gustos.
Explica Segovia, cómo Benedicto XVI ha rectificado en varios desgraciados enunciados del debate Habermas, a lo largo de varias intervenciones durante su pontificado. Es verdad, pero para un católico de a pie, es difícil entender esos vaivenes doctrinales.
Así, el profesor señala acertadamente: «El abandono de Santo Tomás ha sido en esta materia de efectos devastadores. En buena medida el olvido de la metafísica y la teología tomistas son causa de los actuales errores y confusiones así en cuanto a la ley natural como en otra serie de materias ético-políticas».
Observamos perplejos el silenciamiento y consecuente abandono de la doctrina tradicional en temas fundamentales, sin que haya una intención por parte de nuestros eruditos teólogos y «pensadores de calado», de rectificar y volver al camino recto. Sigue comentando Segovia, a propósito del famoso debate: «Guste o no, he aquí otra comprobación de la infiltración liberal en el corazón del pensamiento católico contemporáneo, que se da de narices con pretensiones universales en el campo de la ética». Y, con esto, el mal del relativismo, que Ratzinger ha señalado como uno de los más graves de nuestra época, ¿cómo se encara?, ¿cómo se soluciona?
Tenemos ante nuestros ojos una situación en la que los médicos de nuestras almas, dotados, parece ser, de un poder de diagnóstico de los males que afligen a la Iglesia, son incapaces, —aquejados de una extraña ceguera—, de encontrar el remedio para acabar con ellos.
Así, es inevitable recordar las palabras de San Gregorio Magno en relación a los signos concretos para reconocer la decadencia de la Iglesia en los últimos tiempos, especialmente del clero: «Se retirará el poder de hacer milagros, será quitada la gracia de las curaciones, desaparecerá la profecía, disminuirá el don de una larga abstinencia, se callarán las enseñanzas de la doctrina, cesarán los prodigios milagrosos».
Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas