La síntesis racionalista definitiva de Gonzalo Fernández de la Mora (I)

Gonzalo Fernández de la Mora y Laureano López Rodó rodean a Manuel Fraga en la rueda de prensa de presentación de la recién creada federación política "Alianza Popular", el 30 de Septiembre de 1976

Lo máximo a lo que se permite llegar en el actual panorama de la «batalla cultural» dentro del campo de «las derechas» es a la contraposición dialéctica entre la Dictadura franquista (= «buena») y el presente Sistema del 78 (= malo). De ahí ya no se quiere pasar. Es una confrontación que se desenvuelve dentro de los cauces ideológicos de la Revolución, y, por supuesto, no supone ningún desafío para la continuidad normal de ésta. Sin embargo, suscita en los partidarios del franquismo la falsa sensación de una auténtica lucha contrarrevolucionaria, sin querer darse cuenta de su plena inserción en los fundamentos y premisas que están en la base del susodicho despliegue revolucionario que caracteriza a nuestra Edad Contemporánea.

Realmente nos preguntamos cómo es posible querer presentarse como guías de un enfrentamiento contra los enemigos revolucionarios, al mismo tiempo que se avala como ejemplares las políticas de un Sistema (el franquista) cuyo rasgo esencial es la imitación y asimilación de las mismas ideas y acciones que definen la «ortodoxia» demoliberal y capitalista imperante en nuestra Era. Para entender en su justa medida los actos de Gobierno del franquismo, resulta imprescindible conocer la mente de dos de las principales figuras que ejercieron un influjo decisivo al rumbo, tanto económico como político, de la Dictadura: nos referimos al opusino L. López Rodó, y a G. Fernández de la Mora. Entre ambos redactaron los borradores tanto de la llamada «Ley de Principios del Movimiento» como de la denominada «Ley Orgánica del Estado», que dotaron al Régimen de su configuración última y final.

López Rodó, a su vez, forjó la llamada «Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado», y ejerció el tan decisivo cargo de Comisario del Plan de Desarrollo entre 1962 y 1973, de donde salieron los conocidos «Planes de Desarrollo». ¿Cómo resumía este personaje toda su labor? Por un lado, decía (ABC, 28/10/76): «Se nos echa en cara que seamos “los mismos”. Precisamente porque somos los mismos, podemos seguir luchando por lo mismo. Yo luché, viviendo Franco, por la liberalización no sólo económica, sino también política. La clave del desarrollo fue la liberalización económica. La década del 63 al 73 fue un salto hacia delante, espectacular. Y ahí están los datos en cifras que cantan solas. Sigo siendo partidario de la liberalización». Y en el Prólogo al primer Tomo de sus Memorias (1990), aclara: «La irrefutable contundencia de los números estadísticos ofrecen, elocuentemente, testimonio de que, lo que con intención peyorativa algunos denominan ahora “desarrollismo”, fue, en realidad, la efectiva “europeización” económica y social de España, tan ansiada y no realizada por las sucesivas promociones regeneracionistas anteriores a la época de Franco. […] Creo no equivocarme si afirmo que el desarrollo económico español fue la contribución más decisiva que jamás se había hecho en nuestro país a la política social y a la creación de una sociedad más dinámica, abierta al exterior, y, por tanto, más apta para incorporarse, con sus luces y sombras, al tempo histórico de los países de Occidente. […] El hecho cierto es que aquel Estado y aquellos Planes de Desarrollo llevaron a cabo la más intensa revolución económica y social de nuestra Historia. […] En modo alguno me avergüenzo […] de haber colaborado en la ingente tarea […] de construir el sustrato humano, social y material que está permitiendo nuestra progresiva homologación institucional, económica y cultural con Europa y con todo el mundo libre».

Pero nos gustaría centrarnos en este artículo en el otro gran cerebro del franquismo: Fernández de la Mora (no opusino stricto sensu como su colega, aunque estrechamente ligado a los políticos e intelectuales del Opus de la época franquista), en tanto que resulta más interesante en el terreno de la guerra teorética o de las ideas, y, sobre todo, porque es el que más ha servido de fuente doctrinal para el actual franquismo cultural militante en el seno del derechismo. ¿Qué es lo que da tanta importancia a esta figura? No nos referimos a su papel de Ministro, donde se limitaría a implementar su teoría del Estado de Obras, simple caso particular de la política económica fabiana de pump-priming preconizada por J. M. Keynes. Apuntamos más bien a su carácter de ideólogo que trata precisamente de «justificar» ante la opinión católica española el intento de nuestra total inclusión «orgánica» en los patrones de la «ortodoxia» política y económica europea u occidental auspiciados por la Revolución. Fdez. de la Mora, en este sentido, se incluye como eslabón final en esa serie de intelectuales a los que Vicente Marrero denominaba «línea áurea» (Jovellanos-Balmes-Donoso-Menéndez Pelayo-Maeztu), caracterizados por el intento de elaboración de una composición o transacción entre el Antiguo Régimen y el Nuevo Régimen: «solución» que serviría como medio o vía más adecuada para una definitiva incorporación de las sociedades tradicionales españolas al Mundo de la Revolución.

(Continuará)

Félix M.ª Martín Antoniano