La primera guerra civil de España (III)

Retrato del Barón de Eroles. Grabado de André Joseph Mecou. Dibujo de Ramón Planella. Entre 1811 y 1850

Romagosa, en las primeras palabras de una proclama dirigida en Santa Creus a sus compañeros de armas el 7 de Mayo, dejó bien claras sus intenciones: «Camaradas: el objeto que he tenido en levantarme no ha sido otro que el de defender la Religión y el Rey. El que no esté poseído de estos nobles sentimientos, apártese de mis filas». A su vez, la Junta de Navarra, reconstituida con los mismos miembros que fomentaron el primer alzamiento (Navarra, Lacarra, Mélida, Uriz, y Eraso), lanza a los navarros un Manifiesto el 10 de Junio en donde se decía: «Éste es, leales navarros, el estado lastimoso que presenta a vuestra vista la afligida y desconsolada Madre España […] este tierno objeto de vuestro más fino y acendrado amor fue el que, inflamando vuestro católico celo, os llevó en alas al campo del honor y […] os hizo levantar el grito de ¡Viva la Religión, el Rey y la Patria!, y ¡Muera la Constitución!, instrumento principal de la completa ruina espiritual y temporal de la nación». Dos días después entró en territorio español la División Real de Navarra con V. J. Quesada al frente como General en Jefe, y Juan Bautista Gergué como segundo.

Se desarrollaron, así, hasta finales de Agosto, una serie de acciones militares en general favorables y victoriosas para las armas realistas navarras que, aunque limitadas y mal pertrechadas en comparación con los efectivos liberales, gozaban de la ventaja de la simpatía y colaboración de las poblaciones realistas, es decir, de prácticamente todas las del Reino. Por su parte, Romagosa y El Trapense habían conseguido a finales de Junio la hazaña de la toma de la plaza fuerte de Seo de Urgel, que enseguida se convertiría en sede de la Regencia Suprema de España durante la cautividad de Fernando VII, proclamada el 15 de Agosto, y formada por el Marqués de Mataflorida, el Barón de Eroles (General en Jefe del Ejército Real de Cataluña) y el Arzobispo preconizado de Tarragona Jaime Creus. Señala Gambra que «fue acogida con el mayor entusiasmo por las Juntas realistas […] que luchaban en la Península», y destaca Comellas que Fernando VII llegó a autorizar, por diversos conductos, a la Regencia, hasta en tres ocasiones: la primera en Junio de 1822, que es la que «decidió a Mataflorida a establecer el régimen de Urgel»; y las otras dos en Enero y Marzo de 1823, frente al otro grupo (liderado por el General Eguía) aspirante a regir o dirigir el alzamiento realista.

En su Manifiesto «a los españoles», la Regencia defendía la Religión y el «Gobierno Monárquico que mantuvo la paz de vuestros padres»; recordaba que «vuestras antiguas Leyes son fruto de la sabiduría y de la experiencia de siglos; en reclamar su observancia tenéis razón»; y sentenciaba que «todo español debe concurrir a parar este torrente de males; la unión es necesaria; mejor es morir con honor, que sucumbir a un martirio que pronto os ha de llevar al mismo término, pero cubiertos de ignominia». Por disposición de la Regencia, las tropas realistas catalanas al mando de El Trapense y Bessières extendieron sus campañas también por el Alto Aragón hasta llegar a Navarra a mediados de Agosto, donde se reunirían con la División de Quesada, el cual decide acompañar a El Trapense «a ponerse –dice Gambra– a las órdenes de la Regencia y coadyuvar a las operaciones en torno a la plaza de Seo», formando así el conocido como «Ejército de la Fe», que alcanzará una gloriosa victoria el 18 de Septiembre en Benabarre contra la División de Tabuenca, quien también queda muerto en el campo de batalla, de forma que «este asesino –narra el cronista D. Andrés–, que se recreaba en degollar los leales que caían en su poder», pagó con su vida las crueldades cometidas.

A su vez, Gambra apunta que a partir del 10 de Septiembre «se hacía cargo de la represión [en Cataluña] el feroz Espoz y Mina, que, con sus segundos Manso y Rotten, iniciaría una guerra de exterminio». Así, Mina llevó desde entonces «la lucha a sangre y fuego, arrasando pueblos enteros y pasando a cuchillo a sus habitantes». Ejemplos de esta política de terror son la destrucción del pueblo de Castellfullit, donde Mina, en uno de los muros calcinados que quedó en pie, ordenó poner la inscripción: «Aquí existió Castellfullit. Pueblos tomad ejemplo: no abriguéis a los enemigos de la Patria»; o la de San Llorens de Piteus, por Rotten; o su fúnebre «tartana de Rotten» en que, haciendo salir de Barcelona a detenidos sospechosos de realismo, les prepara emboscadas en el camino en las que todos son bárbaramente asesinados, incluyendo al Obispo de Vich Fr. Ramón Strauch. Durante la ausencia de la División de Navarra, la Junta forma un Cuerpo suplementario al mando del Teniente Coronel J. A. Arredondo que obtiene el 4 de Octubre una gran victoria en Barasoain; así como el Capitán Juan Antonio Guergué (sobrino de Juan Bautista y futuro General de Carlos V) logra el 14 una incursión positiva contra la guarnición de Estella, donde derrota a la columna de Sebastián Fernández, quien resulta capturado y ejecutado. Cinco días después regresa a territorio navarro la División Real de Quesada, quien sufrirá una importante derrota en Nazar, el día 27.

(Continuará)

Félix M.ª Martín Antoniano