Los dioses de las nuevas catedrales

Rafael Nadal conquistó su decimocuarto Roland Garros el pasado domingo 5 de junio. Toda la prensa nacional e internacional alabó y se entusiasmó con esta victoria que, además de atribuirla al propio deportista, se extendía también, cómo no, a España.

En las últimas décadas, el deporte ha pasado a ser una parte esencial de la vida humana. No sólo como una práctica individual, sino como celebración colectiva acompañada de inflamación de ánimos y de pasiones. Redes de gimnasios, estadios y polideportivos se extienden por pequeños pueblos y grandes ciudades.

Estadio Roland Garros en París, Francia

La práctica del deporte personal se ha convertido casi en una obligación moral. Es visto como un medio de perfeccionamiento de la persona y como un deber para con la salud individual, llegando a la situación, a veces, en que la salud corporal sustituye a la propia salud espiritual.

Los sacrificios y mortificaciones de antaño como una obligación para con Dios se sustituyen por las mortificaciones del cuerpo para estar en buena forma física. Alimentación y entrenamiento personal forman parte de todo un conjunto de reglas y normas para tener el cuerpo deseado.

El deporte como espectáculo público también ha irrumpido en la vida diaria del hombre moderno. Se instruye a los niños para formar parte de equipos que casualmente juegan sus partidos más importantes los domingos. Así, la religión y las obligaciones dominicales se «adaptan» a los nuevos tiempos. También los domingos los grandes equipos juegan sus partidos más importantes y se peregrina con grandes sacrificios físicos y económicos, muchos kilómetros, para enardecer el corazón y vibrar con el equipo favorito.

Contra lo que nos muestra la experiencia del mundo del deporte sobre abusos de sustancias, dopajes, inmoralidad y lujo en la vida de los deportistas, partidos amañados, cantidades de dinero exorbitantes, muertes y peleas en grandes encuentros deportivos… se sigue recalcando la importancia del deporte, sus grandes valores, su elevación de la dignidad, su instrumento de fraternidad entre los pueblos…

Por otra parte, observamos cómo la prensa utiliza el lenguaje reservado a la religión para calificar las victorias y a los deportistas: expresiones como «Para la eternidad», «Eterno»(AS), «Sublime» (El confidencial), incluso «Dios en la tierra» (El País), se veían en las portadas de los periódicos tras la victoria de Nadal.

Así, la fe en lo sobrenatural, que construyó las catedrales, se sustituye por los nuevos ritos de la «religión» natural del siglo XXI. Y así se construyen los nuevos templos para rendir culto a los nuevos dioses.

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas