Los primeros indicios devocionales relativos al Sagrado Corazón de Jesús se hallan en las tierras que compusieron el Sacro Imperio medieval a ambos lados de los Alpes. En el curso del siglo XVII, no obstante, como consecuencia del apostolado de San Juan Eudes y de aquellos desvelamientos con que Nuestro Señor hubo de señalar a Santa Margarita María Alacoque, la devoción se distinguió en Francia, para ser subsiguientemente extendida por toda la Cristiandad y en estrecho vínculo con la Compañía de Jesús.
Sin el menor ánimo de indiferencia, por nuestra parte, para con las demás benditas órdenes, aun cuando en el seno del Barroco hispánico sobresalieron las espiritualidades dominica, carmelitana, jerónima, capuchina…, lo cierto es que hubieron de ser, sin embargo, los jesuitas, quienes de manera más notable se coordinaran con las instituciones expansivas de nuestra Monarquía, aun en controversia, hasta el desahucio general. Fue así que el 14 de mayo de 1733 un joven novicio ignaciano, Bernardo de Hoyos, acogió aquella famosa salvaguarda de boca de Nuestro Señor Jesucristo en su Sagrado Corazón: «Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes». Esta que hemos presentado, con adenda del muchas, ha de considerarse la manera más adecuada, según advirtió en 1945 el también jesuita José María Sáenz de Tejada Gil aludiendo a los papeles originales.
Ahora bien, es oportuno que nos detengamos en la propia fecha del Reinaré, pero no únicamente porque entre aquel año y el de la Primera Guerra Carlista transcurriese un siglo (1733-1833), como había ocurrido antes, de manera todavía más exacta, en lo que concierne a la piadosa petición de Santa Margarita María Alacoque al Rey de Francia (17 de junio de 1689) y el establecimiento de la primera Asamblea Nacional (17 de junio de 1789); dato que nuestros lectores ya habrán conocido de antemano: Luis XIV desatendió consagrar Francia al Sagrado Corazón de Jesús, según le había solicitado Alacoque «para hacerlo triunfar sobre todos los enemigos de la Santa Iglesia», con aquellas fatales consecuencias que sobrevinieron tras una estricta centuria.
En el 14 de mayo del Reinaré, no obstante, se concreta una segunda serie de concordancias, si bien hasta cierto punto accidentales, toda vez que ni nuestra razón, ni nuestra Fe, se hallarán nunca facultadas para resolver con acierto la Providencia de Dios sobre las naciones, ni hay anhelo de ello: los pasionistas conmemoran en aquella misma fecha el ejemplo piadoso de Santa Gema Galgani, beatificada el 14 de mayo de 1933; sanada de una de sus muchas dolencias, precisamente, por intercesión de la antedicha Santa Margarita María Alacoque; y cuyo primer estigma cesó de emanar, de hecho, durante la solemnidad del Sagrado Corazón de 1899, según ella misma puso por escrito en su Confessione generale, coincidiendo con el Annum Sacrum de León XIII. Todavía más, la joven Galgani moró la mayor parte de su vida en Lucca: municipio en el que habían venido al mundo, unas generaciones antes, la Reina Dña. Margarita y su padre Carlos III, Duque de Parma. Por razón de inmediato parentesco, hubo de fallecer allí mismo, pocos años después de Santa Gema, Roberto I de Parma, padre de Don Javier (este último, además, recibió el sacramento del Bautismo en administración del Arzobispo de Lucca; y a su hermana, la Emperatriz Dña. Zita, le fue dado el nombre en honor a la Santa del siglo XIII Zita de Lucca).
(Continuará)
Rubén Navarro Briones, Círculo Tradicionalista San Rafael Arcángel (Córdoba)