El último sínodo, la arrogancia de la herejía

Reunión ecuménica

Las propuestas del último sínodo han sido motivo de alarma para algunos obispos, sacerdotes y fieles laicos. Muchos de ellos han escrito artículos defendiendo la doctrina tradicional sobre el sacerdocio y la familia y escandalizándose ante las propuestas emanadas de las diferentes diócesis. En muchas de las conclusiones diocesanas, han salido manifestaciones claramente heterodoxas como: «Abrir el diálogo y el debate teológico» sobre el diaconado y el sacerdocio de la mujer, además de «acompañar y acoger a todos los modelos de familia (divorciados cristianos vueltos a casar por lo civil, homosexuales…)»; «revisar … algunas enseñanzas sobre la moral, renovando la moral sexual y familiar, a la luz de los signos de los tiempos».

Reunión en Asís convocada en 1986 por Juan Pablo II

No es el único sínodo en el que se palpa la descomposición de la Iglesia; no muy lejos queda el sínodo de la Amazonia y un poco más atrás el sínodo de la familia. Todos ellos manifestación de que el humo de Satanás invade todas las estancias de la Iglesia.

Romano Amerio en un libro publicado sobre el estado de crisis de la Iglesia (Zibaldone), escribe en una página fechada el 2 de mayo de 1995: «La autodemolición de la Iglesia, deplorada por Pablo VI en el famoso discurso pronunciado el 11 de setiembre de 1974 (…), se vuelve cada día más evidente. (…) Hoy, el Magisterio episcopal ha cesado y también el papal. Hoy, el Magisterio es ejercido por los teólogos que ahora han dado la impronta a todas las opiniones del pueblo cristiano y han descalificado el dogma de la fe. He tenido una demostración impresionante de esto al escuchar ayer al teólogo de Radio María. Él negó impávida y muy tranquilamente artículos de fe. Enseñó […] que los paganos, a quienes no les es anunciado el Evangelio, si siguen el dictamen de la justicia natural y si se deciden buscar a Dios con sinceridad, alcanzan la visión beatífica. Esta doctrina de los modernos es antiquísima en la Iglesia, pero siempre fue condenada como un error. (…) los teólogos modernos (…) no se dan cuenta que niegan así el valor del Bautismo y de todo el orden sobrenatural, es decir, toda nuestra religión. También en otros puntos está difundido el rechazo del Magisterio. El infierno, la inmortalidad del alma, la resurrección de los cuerpos, la inmutabilidad de Dios, la historicidad de Cristo, la malignidad de la sodomía, el carácter sagrado e indisoluble del matrimonio, la ley natural y la primacía de lo divino son otros tantos argumentos en los que el magisterio de los teólogos ha eliminado al Magisterio de la Iglesia. Esta arrogancia de los teólogos es el fenómeno más manifiesto de la autodemolición».

El Cardenal Cañizares en un templo protestante

Este discurso de Romano Amerio bien podría aplicarse a la situación actual y al último sínodo. Sin embargo, algunas de las cuestiones que el autor denunciaba en su libro como heréticas y que dañaban los cimientos de la fe, hoy no son combatidas e incluso son aceptadas por muchos de los obispos que se escandalizan ante las últimas propuestas de este sínodo. Uno de estos temas que se ha infiltrado en todas las diócesis de forma alarmante ha sido el ecumenismo y la forma de acercarse a los infieles. Catedrales e iglesias son escenario de reuniones ecuménicas delante del tabernáculo. Detrás de ese ecumenismo y de esas reuniones condenadas por la iglesia en la encíclica Mortalium animos subyace la falsa opinión de «que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables». «Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios».

Es evidente que las propuestas del último sínodo son alarmantes, pero también es evidente que detrás de esas propuestas hay una coherencia con todo un proceso de descristianización y pérdida de fe.

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas