Algunos sectores de la sociedad, próximos a la educación concertada, han reaccionado contra la ley Celaá desplegando una campaña mediática, sobre todo digital. Aunque anima ver puesto el grito en el cielo, nos lamentamos de los planteamientos infundados en que se asienta este movimiento.
Combina críticas acertadas con los mismos principios que han llevado al desarrollo de la ley Celaá. En perfecta sintonía con la deriva educativa de España. El propio lenguaje que usan sería apropiado en una campaña de la aberrosexualista LAMBDA.
«Más plurales» protesta criticando la imposición ideológica y partidista de esta ley. Lo hace desde la defensa de una sociedad diversa y democrática. Pero, ¡esa tolerancia y pluralidad es la que exige una Ley educativa como ésta en coherencia! De modo consecuente, los que nos imponen esta ley llevan años esgrimiendo los mismos argumentos.
«Más plurales» defiende que el laicismo beligerante de la izquierda no es propio de un Estado no confesional como el nuestro. ¡Como si ese Estado fuera algo bueno! Pero, ante todo, hay que saber que este hostigamiento sí es propio de un Estado como el nuestro, erigido contra la Unidad de religión. Lo que se combate, se conculca.
También defiende que, al igual los colegios públicos, los concertados también deben ser financiados por el Estado. Sorprende que un católico afirme tal cosa. El Estado sólo tiene una responsabilidad menor y subsidiaria en la educación de los niños y jóvenes. La potestad y el deber educativo es de los padres sobre los hijos. La imposición ideológica del Estado ya está perdida al reconocer su papel rector.
No queremos desalentar a los hombres de buena voluntad. Más bien, debemos señalar cuál es la educación fundada en los principios cristianos, en la Piedad y en las Letras. Sólo en una educación cristiana de raíz podremos esperar un feliz transcurso de la vida de los alumnos.
Juan Monzó, C. C. Abanderado de la Tradición, Nuestra. Señora de los Desamparados.