El aborto y el juego tramposo del Tribunal Supremo de EE.UU.

En el sistema liberal, estas personas deciden lo que es bueno y lo que no. Esta vez han acertado: "el aborto no es un derecho"; pero ése no es el sistema para determinar lo bueno. Foto: Erin Schaff-Pool/Getty Images)

Ayer viernes, 24 de junio de 2022, festividad del Sagrado Corazón de Jesús, el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha anulado la sentencia Roe vs Wade, de 1973, que legalizaba el aborto en aquel país. En efecto, por seis votos a favor y tres en contra, el Supremo estadounidense ha dictaminado que acabar con la vida del hijo en el seno materno no es un derecho constitucional en aquella federación. Y devuelve a los 50 estados la potestad de legislar sobre el asunto.

Aunque la noticia sea positiva, no oculta la perversidad del sistema liberal, donde un crimen absoluto como el aborto puede legalizarse (en 1973) o no (en 2022) según el criterio cambiante de los nueve magistrados de la Corte Suprema de EE.UU.

En efecto, el sistema liberal es perverso de raíz pues la fuente de lo bueno lo determinaría (erróneamente) la libertad sin regla: ya sea la autonomía individual frente al Estado, para el liberalismo conservador, o ya sea la libre autodeterminación personal, para el liberalismo progresista. 

Así, de la misma forma que el T.S. de EE.UU. ha cambiado en 2022 su criterio respecto de 1973, nada impide que lo vuelva a cambiar en el futuro, en sentido contrario. Por otro lado, el T.S. de EE.UU. devuelve a los 50 estados la potestad de legislar sobre el aborto: es decir, mantiene el mismo principio de que cualquier materia, cualquier crimen —sin límites—, puede ser objeto de legislación en cualquier sentido.

Por tanto, el liberalismo —tanto conservador como progresista— ignora el orden natural y la ley divina. Ignora que «el Derecho es el arte de lo bueno y de lo justo» (Celso), la cosa justa, concreta. Y establece en su lugar un elenco de facultades abstractas y desvinculadas de una comunidad política determinada, que son moldeables y manipulables al albur de la voluntad caprichosa de quien mande en aquel momento. 

Por eso, no se puede luchar «por la vida» bajo las reglas de este sistema liberal apóstata y de esta democracia anticrística. Tal lucha permitirá cosechar pequeñas victorias, pero hará sufrir grandes derrotas, pues se juega con las cartas marcadas en nuestra contra.

Solamente la lucha por el Reinado Social de Cristo, sin complejos, desvinculados de toda ideología moderna y sin someternos a su juego tramposo de cartas marcadas, nos permitirá obtener victorias auténticas, duraderas.

Josep de Losports, Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau, de Barcelona