Sobre la hipocresía organizada

Vendedora de periódicos, «canillita», en barrio limeño de La Victoria. Foto: La República

Decía el escritor Santos Chocano, que prefería el gobierno de una «fuerza organizadora» que el de la «farsa organizada». Ciertamente bajo el estado penoso de los gobiernos post-secesión (o siendo más formales, post-ultramontanos/conservadores no whig) nuestras sociedades hispánicas viven en el ocaso de la farsa organizada. Este artículo tratará un ejemplo relativamente reciente de esta dicotomía.

Hace ya unas semanas, el medio de post-izquierda (o izquierda liberal, ambos descalificativos sirven) llamado Wayka, publicó una investigación acerca de un exministro de defensa y comandante general, que ocupa ahora un cargo como congresista. Se trata de don Roberto Chiabra, que era acusado del clásico espantapájaros que tanto la izquierda o el centro usan en el Perú: llamar a uno u otro fujimorista por hacer su carrera durante el gobierno del ingeniero nikkei. No se notaría eso mucho si no fuese por el pequeño detalle de que andan en su propia caza de brujas hacia la oposición política (siendo en realidad mera derecha tibia con honrosas excepciones). Se puede notar en su misma red que a pesar de muchos escándalos sonados dentro de la cúpula del propio Perú Libre, ellos mismos lo ignoran o mitigan. La pregunta real es qué clase de omisiones son. A eso nos referimos en este artículo.

A simple vista se nota que el diario Wayka es financiado por donaciones voluntarias desde el sitio llamado Indiegogo, pero el verdadero agujero de conejo comienza al investigar los nexos detrás de ciertos miembros, por ejemplo, su actual codirector, Rafael Mora, de quien al leer un poco su pasado se comprueba su activismo universitario en una agrupación anarco-sindical en California o su colaboración con la organización chavista del canal Telesur junto a su más sospechoso nexo con la organización abortista «Planned Parenthood». También se puede mencionar a su anterior colaboradora, doña Graciela Tiburcio Loayza, que tiene nexos con el grupo Amnistía Internacional, que es otra de las grandes oenegés que mayormente financia causas progres camufladas de cierto apoliticismo.

Ciertamente no verá aquí el lector una defensa a capa y espada de la clase de derecha que Chiabra representa (o centro-derecha, uno aseveraría), como tampoco encontrará una exculpación de los errores políticos del movimiento que se apoyó en el doctor Fujimori (su movimiento es parcialmente responsable de ayudar con la gangrena del periodismo del país). Sin embargo, es preciso notar como totalmente exagerada una caza de brujas generalizada a personas que se opusieron o se oponen a ciertas medidas gubernamentales desde la herida casi de muerte infringida a la derecha política en los noventa que no sanó del todo. Sería deseable una denuncia de problemas reales, como el hecho de los muchos trapos sucios en la cúpula del chotanista; por mencionar algunos rápidamente: los negocios de la imagen sospechosa de Cerrón y sus parientes y otros de sus colaboradores.

Para finalizar, concluyo con una reflexión final.

Este caso es una simple prueba como el periodismo se degeneró y se gangrenó tremendamente desde el siglo pasado. La noble herramienta que fue (y puede seguir siendo) para informar y poder enseñar, cayendo en las manos de un mundo ideologizado, sólo crea más rencillas que la gente en el poder aprovecha para descalibrar sociedades, y aunque se notan más y más las olas contrarias a su penoso estado actual, el daño que dejará será muy lento de reparar. Y la tragedia peruana tiene que ver mucho con su periodismo gangrenado lentamente desde décadas atrás.

Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza