
La sentencia del Tribunal Supremo sobre la ley del aborto en EE.UU. ha provocado reacciones en todos los ámbitos nacionales e internacionales, especialmente en el político. Personajes como el católico Biden, Obama y Hilary Clinton han demostrado su desilusión y dolor ante la eliminación de ese derecho constitucional y han mostrado su solidaridad para con las mujeres afectadas y extensivamente con todos los estadounidenses. Otros como Nancy Pelosi no han dudado en calificar de cruel y escandalosa la decisión. También fuera de las fronteras del país de las libertades, políticos como Macron y Trudeau han mostrado su desaprobación ante el cambio de criterio en la jurisprudencia del Supremo y no han dudado en calificar el hecho, de violación de un derecho fundamental. En Italia quizás las declaraciones más llamativas hayan sido las de Emma Bonnino por su amistad con el papa Francisco y por su historial de haber sido una de las pioneras tanto en promover el aborto en Italia como en haber sido la responsable directa de miles de abortos ilegales con instrumentales caseros. Las palabras de la política italiana fueron: «Definitivamente es un paso atrás y mi solidaridad va para las mujeres estadounidenses».
En la línea de estos políticos, gran parte de ellos comprometidos con labores humanitarias por todo el mundo, las redes sociales han viralizado las declaraciones del chef José Ramón Andrés Puerta. Es un cocinero asturiano afincado en Estados Unidos y galardonado con el Premio «Princesa de Asturias» de la Concordia por el proyecto solidario World Central Kitchen, una iniciativa que impulsó para repartir comidas a víctimas de exclusión social y damnificados por desastres naturales o crisis mundiales. Está considerado como uno de los chefs más prestigiosos del mundo con un vasto imperio económico valorado en 50 millones de euros que le permite realizar cada año numerosas acciones solidarias por todo el mundo.
El cocinero, que llegó a Estados Unidos en 1991, aseguraba desde su cuenta de Twitter:
«Yo soy católico. Mi mujer es una católica devota. Podemos tener nuestras opiniones personales sobre lo que haríamos si tuviéramos que tomar una decisión. Pero nuestra decisión es nuestra y privada. Siempre apoyaremos que cada mujer tenga el derecho a tomar su propia decisión».
«Libertad frente a imposición… Sólo respondemos a Dios de forma individual y personal, y de todas formas, la religión debe estar siempre separada del Estado».
Sin darse cuenta y quizás por ignorancia, el famoso cocinero ha dado con el quid de la cuestión con la que estarían de acuerdo millones de católicos de todo el mundo. No me refiero al aborto sino a la tolerancia ilimitada a cualquier opinión o decisión del prójimo y la separación de la Iglesia y del Estado.
Vemos en estos ejemplos retratada al alma americana. Así explica don Miguel Ayuso en su artículo Catolicismo y americanismo frente a frente: el problema político contemporáneo cómo «los Estados Unidos, (…) dependen estrechamente de la ética protestante, (…) Sin embargo viven la paradoja del fracaso de la fe protestante al tiempo que retienen sus valores» y cómo «el liberalismo se alza como la ideología de la que la sociedad civil se ha valido para liberarse de Iglesia y Estado: (…). Parece normal que uno y otra hayan sufrido de resultas una degradación profunda: el Estado queda reducido a un instrumento de gestión en manos de los lobbies y su democracia desencarnada pero obligatoria disimula un modo de gobierno cada vez más opaco; en cuanto a la Iglesia, es un grupo de presión entre otros, que ofrece un producto espiritual en el mercado mundial de los valores. Esto es, el liberalismo tolera la presencia y la participación estatal y religiosa a condición de que no tengan ni vocación de Estado ni misión evangélica de Iglesia, y de que las dos funciones se dejen absorber por la sociedad civil liberal auto-organizadora si no autónoma, que confiesa una religión llamada «humanista», «ético-humanista» o francamente laica».
Y así no es casualidad que sea en EE.UU. donde el político Biden y el chef José Andrés ambos confesos católicos, sean el vivo ejemplo de aquello que la Iglesia condenó de la pluma de León XIII en su carta Testem benevolentiae (1899) y que no es otra cosa que el Americanismo; la separación de la Iglesia y el Estado y la elevación a ideal de esa situación por parte de los americanos.
Quedaría por analizar las causas de cómo una ideología condenada por la Iglesia y encarnada en una nación ha cruzado el océano y ha colonizado la mentalidad del viejo continente.
Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas