Una crisis más allá de lo económico

Sede de la OTAN. Europa Press

La última cumbre de la OTAN ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, la inferioridad política, militar y económica del llamado «mundo libre», respecto a la incipiente formación de bloques alternativos al modelo anglosajón-atlantista, del cual la llamada Europa, casi sin excepción, es títere. Hecho novedoso y sorprendente para todos los que hemos crecido más allá de la Caída del Muro de Berlín. Lejos quedan las arengas al triunfo definitivo del mundo libre democrático, por parte de los altavoces sistémicos, así como de intelectuales de cierto renombre (recordemos, entre otros, a Francis Fukuyama y su «El fin de la historia»).

La historia sigue, porque sigue actuando la providencia de Dios que nos sostiene. Pero, desde luego, no sigue como al ensoberbecido mundo de las libertades políticas, económicas y civiles le gustaría.  La democracia liberal se encuentra en fase de putrefacción y lo mismo ocurre con su mellizo, el capitalismo liberal, como ya hemos advertido en otras ocasiones en este mismo medio, y ni que decir tiene que comparte esta situación la llamada «escala de valores» occidental, presidida por el ídolo de la libertad religiosa, profesada por laicos y consagrados, y con toda su descendencia bastarda fruto de su coyunda con las demás ideologías imperantes: liberalismo individualista, capitalismo de estado o colectivista, totalitarismo progresista posmoderno, etc., que ha dado lugar a odiosos engendros como las declaraciones de supuestos derechos humanos, las ideologías personalistas y su versión evolucionada de género, la centralidad de la especulación, y demás. Un auténtico horizonte nihilista que nos remite a una causa última: querer construir el reinado del hombre sin Dios. En otras palabras, que dios sea el Hombre.

Decía Nicolás Gómez Dávila que el mundo moderno ya es, en sí mismo, el castigo. Concretamente, el castigo al pecado original actualizado de la secularización y la pretendida auto-determinación (sea radical o moderada) del hombre. Defienden muchos teólogos que Dios castiga la soberbia en esta vida permitiendo pecados humillantes y situaciones vergonzosas. Y a la religión liberal, de paso, se le está desmoronando su ídolo Mammon, su gran becerro de oro, con el advenimiento de una crisis económica, en parte provocada, a su vez, por la encarnación de su soberbia en las decisiones geopolíticas, que puede generar una situación sin precedentes. A eso hay que unir la creciente humillación política que representa su impotencia respecto al conflicto ruso-ucraniano.

Se habla ya de economía de guerra, de cortes de suministro energético, crisis alimentarias a gran escala, colapso del consumo y otros graves síntomas. Y todo ello aliñado con el incremento exponencial de las posibilidades de que los Bancos Centrales tengan que activar, ante la incontrolable inflación, el llamado «freno de emergencia» (es decir, un endurecimiento abrupto de su política monetaria a fin de generar una contracción súbita en la economía para frenar la escalada inflacionista), que no es sino la manifestación del fracaso de las políticas del mundo a sí mismo llamado «Occidental». Sinceramente, no creo que esto ocurra, pero por un motivo poco halagüeño: y es que la recesión ya actuará por sí misma como freno a la inflación a pocos meses vista.

Lo que está claro es que alguien ha decidido que la dinámica de hiper-estimulación artificial de la economía ha tocado a su fin. Si esta decisión deviene definitiva, puede que estemos ante el principio del cambio de paradigma económico. De una economía de frivolidad y vanidad extendidas a amplias capas de la población, engendrada a base de gastar lo que no se tiene, podríamos pasar a una economía de subsistencia, a la vez nueva herramienta de control social, donde el Estado será el canalizador a discreción de los subsidios para suplir las prestaciones de un Estado del Bienestar en situación de quiebra técnica desde hace años.

En vano trabajan los constructores si no es Dios quien edifica la casa. Y si la afirmación del Salmo se da incluso cuando se persiguen proyectos aparentemente honestos, y de buena voluntad, ¿qué no acaecerá cuando hemos constatado por siglos que ese edificio pretende ser la posada de la Bestia?

Javier de MiguelCírculo Abanderado de la Tradición y Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia