El Santo del Rey

an Enrique, emperador. Anónimo del siglo XVIII, Universidad del Rosario

Con motivo de su onomástica saludamos y felicitamos a nuestro Augusto Señor Don Sixto Enrique de Borbón (q.D.g.), a quien ofrecemos nuestra inquebrantable lealtad; y transcribimos una pequeña vida de su santo, San Enrique, al que le pedimos interceda por S.M. para que Dios le bendiga y le conserve con nosotros por muchos años.

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El admirable emperador de Alemania [sic, en puridad del Sacro Imperio Romano] San Enrique, por sobrenombre «el piadoso», nació en el castillo de Abaudia, sobre el Danubio, y fue hijo de Enrique, duque de Baviera, y de Gisela, hija de Conrado, rey de Borgoña. Bautizóle el santo obispo de Ratisbona, Wolfango, el cual tomó a su cuenta la educación del niño y le hizo letrado, y aficionado a toda virtud.

Habiendo heredado el santo príncipe los estados de su padre, fue elegido con gran conformidad por emperador de Alemania, sucediendo en el imperio a Otón III. Consultaba con Dios todo lo que había de disponer en el gobierno de sus vasallos, orando fervorosamente, dando largas limosnas, y tomando el parecer de los varones más santos y prudentes. Estando un día para asistir a unos espectáculos o fiestas públicas que parecieron mal a San Popón, abad, el cristiano príncipe luego las dejó y mandó que no se hiciesen. Reparó muchas iglesias que estaban destruidas de los esclavones y otros bárbaros, y amplificó en todo su imperio la religión católica y el culto divino.

Habiendo vencido a Roberto, rey de Francia, y hecho paces con él, juntó un buen ejército contra los infieles, especialmente los polacos, bohemios, moravos y esclavones, y ciñéndose la espada que había sido de san Adriano mártir, salió a campaña, haciendo voto a san Lorenzo de reedificar su iglesia de Merseburgo si le alcanzaba victoria. Y cuando le salieron al encuentro los príncipes enemigos con un formidable ejército de gente innumerable, mandó que todas sus tropas se confesasen y comulgasen, como solían hacer, en semejantes ocasiones, y les exhortó a pelear animosamente, esperando el favor del cielo. Dio el Señor entera victoria de sus enemigos al santo emperador, el cual hizo tributarias a Polonia, Bohemia y Moravia, y declaró luego guerra a los borgoñones, que aunque estaban muy poderosos y armados, se le rindieron sin querer pelear.

Pasó más tarde a Italia para restituir, como lo hizo, a la silla de San Pedro a Benedicto VIII, de la cual había sido injustamente despojado. Recobró con gran valor la provincia de la Pulla, que le habían usurpado los griegos, y fue coronado en Roma con gran solemnidad por el papa Benedicto. Cuando volvió a Alemania, quiso pasar por Francia y visitar el monasterio cluniacense que florecía con gran fama de santidad, y estando allí oyendo misa de la Cátedra de San Pedro, llevado de un gran fervor ofreció en ella su corona de oro llena de preciosísimas piedras.

Finalmente, después de tantas; victorias y obras heroicas de virtud, viendo que llegaba su última hora, llamó a los príncipes del imperio, y tomando por la mano a su mujer, Santa Cunegunda, se la encomendó encarecidamente, declarando que estaba virgen, y que ambos habían guardado castidad y vivido como hermanos. Murió el santo emperador a la edad de cincuenta y dos años.

Fuente: «Flos sanctorum de la familia cristiana» (1949), del P. Francisco de Paula Morell, S.I.

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Oración por el Rey

Oremos por nuestro Católico Rey Enrique para que Dios nuestro Señor le sujete todas las naciones bárbaras, para asegurarnos una perpetua paz.

Oremos. Dios omnipotente y eterno, en cuya mano está el derecho y la fuerza de todos los reinos: mira con benignidad la Monarquía católica, para que el poder de tu diestra contenga las naciones, que confían en su fiereza. Por nuestro Señor…

Juan Pablo Timaná, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas de Medellín