El pasado mes de Mayo el Papa Francisco celebró su encuentro anual de tres días con los Directores de las revistas culturales europeas de la Compañía de Jesús, evento que se inició con una audiencia concedida a los mismos el día 19. En ella, el Papa desistió de pronunciar un discurso, e invitó a los asistentes a formular sus preguntas. Toda la conversación fue recogida y publicada en castellano el 14 de junio en la página digital de La Civiltà Cattolica por su Director Antonio Spadaro S. J.
Las contestaciones del Papa, pronunciadas en un marco de confianza y distensión, son muy reveladoras de su pensamiento personal. Los medios de comunicación se han centrado sobre todo en sus opiniones sobre la Guerra de Ucrania, pero en nuestro caso nos gustaría fijarnos en el tema del Concilio Vaticano II abordado también por el Papa. Ante la pregunta de uno de los presentes: «¿Qué signos de renovación espiritual ve en la Iglesia? ¿Ve alguno? ¿Hay signos de vida nueva, de frescura?», contestó Francisco, entre otras cosas, lo siguiente: «Es muy difícil ver una renovación espiritual usando esquemas muy anticuados. Tenemos que renovar nuestra forma de ver la realidad, de evaluarla. En la Iglesia europea veo más renovación en las cosas espontáneas que están surgiendo: movimientos, grupos, nuevos Obispos que recuerdan que hay un Concilio detrás, porque el Concilio que más recuerdan algunos Pastores es el de Trento. Y no lo digo en broma. El restauracionismo ha llegado a amordazar al Concilio. El número de grupos de “restauradores” –hay muchos en Estados Unidos, por ejemplo– es asombroso. Un Obispo argentino me dijo que le habían pedido que administrara una Diócesis que había caído en manos de estos “restauradores”. Nunca habían aceptado el Concilio. Hay ideas, comportamientos, que provienen de un restauracionismo que no aceptó el Concilio después de todo. El problema es precisamente éste: que en algunos contextos el Concilio aún no ha sido aceptado. También es cierto que un Concilio tarda un siglo en echar raíces. Por tanto, ¡todavía nos quedan cuarenta años para que arraigue! […] Ustedes aún no habían nacido, pero yo fui testigo en 1974 del calvario del Prepósito General P. Pedro Arrupe en la Congregación General XXXII. En ese momento hubo una reacción conservadora para bloquear la voz profética de Arrupe. Hoy, para nosotros, ese General es un santo, pero tuvo que soportar muchos ataques. Fue valiente porque se atrevió a dar el paso. Arrupe era un hombre de gran obediencia al Papa. Una gran obediencia. Y Pablo VI lo entendió. […] Por otro lado, las personas vinculadas a la Curia alimentaban de alguna manera a un grupo de Jesuitas españoles que se consideraban los verdaderos “ortodoxos” y se oponían a Arrupe. Pablo VI nunca entró en ese juego. Arrupe tenía la capacidad de ver la voluntad de Dios, unida a una sencillez infantil a la hora de adherirse al Papa. […] Un Jesuita de la Provincia de Loyola se había ensañado especialmente con el P. Arrupe, recordémoslo. Lo enviaron a varios lugares, incluso a Argentina, y siempre dio problemas. Una vez me dijo: “Tú eres uno de los que no entiende nada. Pero los verdaderos culpables son el Padre Arrupe y el Padre [Jean-Yves] Calvez. El día más feliz de mi vida será cuando los vea colgados de la horca en la Plaza de San Pedro”. ¿Por qué les cuento esta historia? Para que entiendan lo que fue el periodo postconciliar. Y esto está sucediendo de nuevo, especialmente con los tradicionalistas. Por eso es importante salvar a estas figuras que defendieron el Concilio y la lealtad al Papa. Hay que volver a Arrupe: es una luz de ese momento que nos ilumina a todos». Y vuelve el Santo Padre a remachar al final de la audiencia: «En fin, perdonen si me he extendido demasiado, pero quería hacer hincapié en los temas del postconcilio y de Arrupe, porque el problema actual de la Iglesia es precisamente la no aceptación del Concilio».
Se podrían hacer algunos comentarios a las palabras del Sumo Pontífice, pero solamente nos limitaremos a reproducir la siguiente anécdota que el Abogado del Estado Juan Antonio Sardina Páramo († 2017), miembro de la antigua y fugaz escuela de Francisco Elías de Tejada, contó acerca de su Maestro, en su artículo «Mis recuerdos personales de Francisco Elías de Tejada Spínola» impreso en el libro-homenaje a su memoria titulado Francisco Elías de Tejada y Spínola: figura y pensamiento (ed. 1995): «Conocí a Francisco Elías de Tejada en el Congreso de Amigos de la Ciudad Católica, que se celebró en Vimbodí (Tarragona) en Octubre de [1970]. […] Aquella misma tarde [del día 11] le oí por primera vez en el salón de actos [del Colegio del Sagrado Corazón]. […] Recuerdo cómo calificó al Concilio Ecuménico Vaticano II de “maldito”, y, al notar un cierto movimiento en un grupo de religiosas que le escuchaban, se volvió hacia ellas diciendo: “maldito, sí; que por sus frutos los conoceréis”».
Félix M.ª Martín Antoniano