Las dudas de Hilaire Belloc sobre el Crédito Social (I)

Hilaire Belloc

En una serie de artículos dimos cuenta, en su día, de la última crítica somera que H. Belloc dedicó en 1938 a los planteamientos del Crédito Social, y en donde anunciaba un ulterior desarrollo y ampliación que nunca llegó a verificarse. En otra serie de artículos, dedicados a la Filosofía Social de la Iglesia, también recogimos otras apreciaciones que el publicista franco-británico escribió de pasada sobre este tema específico en otros trabajos suyos destinados al campo socio-económico en general. En esta ocasión vamos a centrarnos en los pocos escritos que Belloc dedicó exclusivamente a esta materia, así como en los comentarios y réplicas que suscitaron en el panorama literario británico del período de entreguerras.

Como proemio previo a la presentación de estos textos, pensamos que puede ser oportuno traer a colación la que podría considerarse como la primera referencia más o menos extensa que el literato dirigía desde años al movimiento del Crédito Social, en un discurso dado el 23 de Mayo de 1933 y que apareció reproducido en el número de G. K.´s Weekly del 8 de Junio. Hay que decir que el contexto obligaba al orador a tener que hablar sobre ello, pues hacia la mitad de la década de los treinta las propuestas de C. H. Douglas se encontraban en su punto álgido de difusión y movilización de masas, no sólo en Gran Bretaña, sino también en sus llamados Dominions, y, más en concreto, en la Provincia canadiense de Alberta, donde los social-creditistas se harían con el Gobierno regional en 1935. El discurso se publicó bajo el título de «La restauración de la propiedad», y la alusión al Crédito Social figura en un solo párrafo que dice así: «Hemos tenido durante los últimos cincuenta o sesenta años inventos y descubrimientos, como el motor de combustión interna y la distribución de la energía eléctrica, que podrían haber ayudado enormemente a la distribución de la propiedad si nuestra filosofía [i. e., la reinante en nuestro mundo moderno] hubiese sido correcta. Pero más importante a mi juicio es lo siguiente. El Capitalismo Industrial se ha venido abajo. Se ha venido abajo por una simple razón aritmética: distribuye menos poder adquisitivo del que crea. No voy a hablar del esquema de Crédito Social del Mayor Douglas, porque es meramente un método indirecto de distribución de la propiedad, la cual yo prefiero conseguirla por medios directos. El Capitalismo Industrial se ha venido abajo, no porque esté cansado, sea viejo o malvado, sino porque está produciendo una cantidad de riqueza mayor que el poder adquisitivo que está distribuyendo para [adquirir] esa riqueza; y poniéndolo en verdad muy crudamente, si yo quiero realizar cien mil botas, o más bien emplear a hombres para realizar esas botas, para el momento en que las botas estén realizadas yo habré distribuido a los hombres que las realizan dinero con el que adquirir treinta mil botas, ¿y qué tendré que hacer con las setenta mil botas restantes? Debo venderlas a las Colonias. Y suponiendo que ellas hayan aprendido también a girar una manivela, y produzcan ellas mismas las botas, ¿qué haces? Es por eso que el Capitalismo Industrial se ha venido abajo».

Ciertamente, como el propio Belloc anunciaba, su descripción ejemplificativa de la desastrosa situación económica generada por el Capitalismo resulta algo tosca o burda; pero no por ello deja de ser fundamentalmente correcta, y no es poca cosa el haber captado la principal contradicción existente en el (des)orden económico capitalista y haber puesto de manifiesto al disfuncional sistema financiero que lo acompaña como la causa u origen que está detrás de esas contrariedades antisociales. Otros autores también fijaron su mirada en los efectos absurdos del Capitalismo, pero, a la hora de analizar las causas, desviaban la atención respecto de la estructura financiera como agente esencial forjador de éstos (un caso típico es el de Marx y su total irrealista –¿con ánimo de engañar?– sentencia [El Capital, Vol. 1, Parte 7, Cap. XXV, Secc. 3]: «La superficialidad de la Economía Política se muestra, entre otras cosas, en el hecho de que hace de la expansión y contracción del crédito –mero síntoma de los períodos cambiantes del ciclo industrial– causa de los mismos»).

Para hallar el primer artículo que H. Belloc consagra específicamente al Crédito Social, habrá que esperar hasta el año siguiente. Se estampó también en las páginas del semanario G. K.´s Weekly, en su número de 14 de Junio de 1934. Era todo un acontecimiento que un intelectual de la talla de este apologista católico posara su vista sólo sobre ese tema, por lo que le faltó tiempo a A. R. Orage para reproducirlo en su revista The New English Weekly (una de las más especializadas y divulgadoras al respecto) en su número del día 28 del mismo mes. Lo cual no quita para que se realizaran las debidas puntualizaciones en aquellos aspectos que Belloc consideraba como generadores de, al menos, ciertas dudas en torno a la bondad del orden social que surgiría de la aplicación de un régimen de Crédito Social.

(Continuará)

Félix M.ª Martín Antoniano