El artículo de Belloc, titulado «El Esquema de Crédito de Douglas», se inicia con una declaración general verdaderamente favorable para la doctrina del ingeniero británico: «El Esquema de Crédito de Douglas, que merecidamente está ocupando un lugar cada vez mayor en la discusión contemporánea, es una sugerencia de hacer pronta y completamente aquello que se haría más lenta y menos completamente mediante una buena distribución de la propiedad». Y subraya: «Se basa en dos fenómenos económicos modernos: el avance de la eficiencia mecánica en la producción, y el crédito bancario». Hace a continuación una descripción de la primera cuestión, destacando que la ciencia y los inventos han «hecho posible un vasto incremento de la producción. Hemos venido a una era de potencial abundancia. […] Podríamos producir sin dificultad mucho más que suficiente para mantener a todo hombre, mujer y niño adecuadamente vestido, calentado, alojado y alimentado». Y precisa que se podrían cubrir las necesidades humanas, «salvo en un punto: esa producción mecánica, no siendo individual y diversa, no satisfará la necesidad humana de belleza, ni su necesidad de satisfacción íntima y variada. Estos inconvenientes espirituales pueden destruir rápidamente una civilización construida sobre la nueva eficiencia».
Seguidamente se ocupa del segundo hecho referente al funcionamiento del moderno crédito bancario, aclarando sus explicaciones con algún ejemplo, al igual que hizo en relación al primer fenómeno. Tras lo cual, señala que «el Esquema de Crédito de Douglas es esencialmente una propuesta para extender el crédito al consumo al igual que a la producción». Con su implementación, «todos pueden satisfacer sus necesidades», y añade: «Así también pueden satisfacerse si los medios de producción, la planta o los recursos naturales, son puestos a disposición de todos, no como un dividendo, sino como propiedad». Y, por último, llega a la conclusión del artículo, en donde expone las tres alternativas de solución frente al desastroso Capitalismo imperante, y la disparidad esencial que, según él, hay entre ellas. Merece, por tanto, que la citemos por extenso: «Pero hay una diferencia entre los tres sistemas (una vasta diferencia en el caso de los dos extremos de Comunismo y Distributismo, la diferencia entre Cielo e Infierno). Esta diferencia es la presencia en un caso, la ausencia en el otro, de la dignidad humana a través de la libertad humana. El Comunismo, suponiendo que los funcionarios del Estado sean siempre honestos, resuelve el problema del consumo perfectamente, pero destruyendo la dignidad humana y la libertad humana: todos los hombres son alimentados, pero alimentados como esclavos. El Distributismo resuelve el problema imperfectamente y con considerable fricción: todos los hombres son alimentados aunque no todos igualmente, y todos a expensas de cierta ansiedad y trabajo. Pero todos los hombres son libres. Los Esquemas de crédito al consumo [= Crédito Social] resuelven el problema mucho más cercanamente a la manera del Distributismo que a la manera del Comunismo; pero éstos también exigen un alto grado de control en la distribución del crédito y un cierto grado de control incluso en la fabricación de los productos. Por el grado de control requerido, podemos medir cómo de corto se quedan tales esquemas respecto del Distributismo en satisfacer las necesidades espirituales del hombre».
Como dijimos, este trabajo se reprodujo en The New English Weekly; y fue objeto de un pequeño comentario editorial en su número de 21 de Junio de 1934. El comentarista agradece la conformidad de Belloc con el análisis del Crédito Social en el aspecto puramente económico, pero se detiene obviamente en la crítica de tipo social vertida al final, y apostilla: «Nos aventuramos a decir que la razón que él ofrece [para preferir el Distributismo al Crédito Social] se basa en un malentendido. Los Esquemas de crédito al consumo tales como el Crédito Social, dice él, resuelven el problema económico perfectamente, pero, al igual que el Comunismo, si bien en una medida infinitamente más pequeña, ponen en peligro “la dignidad humana a través de la libertad humana” al exigir “un alto grado de control en la distribución del crédito y un cierto grado de control incluso en la fabricación de los productos”. Pero, sin entrar ahora en la cuestión del grado exacto de control social indispensable incluso para “la dignidad humana a través de la libertad”, sugeriríamos al Sr. Belloc la conveniencia de considerar la progresiva descentralización implícita en una política de Crédito Social. Ni siquiera un distributista, creemos, puede dejar de ver que el Crédito Social es tanto el atajo como la carretera hacia precisamente su propio objetivo».
El artículo de Belloc también provocó otro escrito del Sacerdote inglés Drinkwater titulado «Belloc sobre el Crédito Social», publicado en el número de Agosto de la revista de los dominicos ingleses Blackfriars, y que seguía la misma línea de réplica del anterior comentario.
(Continuará)
Félix M.ª Martín Antoniano