El liberalismo en Ramiro Ledesma (y II)

Ramiro Ledesma Ramos

Si las opiniones jacobinas de Ramiro Ledesma bastarían para señalar el liberalismo medular a su ideología, veamos ahora sus opiniones religiosas. Primeramente, la Iglesia «por muy católica y romana que sea», se subordina al Estado (La conquista del Estado, n. 15, 20 de junio de 1931). La concepción liberal de matriz francesa jacobina surge de forma indudable en estas palabras. Sin embargo, continúa el autor sosteniendo que «es execrable que la Iglesia haya sido muchos años sostenedora y amparadora de todos los abusos y de todos los crímenes contra la prosperidad y la pujanza del pueblo español. Creemos, pues, que el Gobierno está obligado a reajustar el papel de la Iglesia en la vida civil de nuestro país»; para finalizar, Ramiro Ledesma sentencia: «Ataque de frente a la Iglesia, si es necesario. No nos parecerá mal. Pero evite el Gobierno las escaramuzas. […] Nuestra formula es y será siempre: ¡Nada sobre el Estado! Y la mantendremos, aunque beneficie a los piratas» (Ibid.). El laicismo de Ledesma se aplica en toda esfera, no sólo en la política, negando el carácter de teólogos a los escolásticos medievales, dado que «todo cuanto decimos va encaminado a la negación de la posibilidad de una filosofía católica. Si algo es esencial a una filosofía es su carácter autónomo» (La gaceta literaria, n. 90, 15 de septiembre de 1930).

Por si hubiera aún dudas, el liberalismo se manifiesta en un tercer aspecto. El liberalismo se constituye como la ideología de la autonomía; es por ello por lo que constituye la raíz del mal y por lo que, en puridad, toda ideología es liberal en tanto que pretende la autorrendención. La redención secular se logra a través de la revolución, identificada como la voladura del orden de las cosas desde la voluntad con la pretensión de implantar un pseudo orden con el criterio subjetivo como directriz. En Ledesma, la política no es virtud que lleva al bien, es poder, poder que se conquista por la fuerza revolucionaria: «Gritad alto, camaradas, nuestra consigna jonsista y veréis muy pronto cómo los auditorios se escinden y polarizan en dos frentes. Los unos y los otros. Los nuestros y los enemigos. Conquistar a los unos y aplastar a los otros es deber, obligación y compromiso de todos los camaradas que nos agrupamos» (Patria Sindicalista, nº 2, Valencia, 3 de enero de 1935).

La concepción revolucionaria, la Nación política, el laicismo y el escepticismo antirrealista son pruebas evidentes de que nos encontramos ante un autor de matriz liberal. Sus críticas al liberalismo responden, a mi juicio, a una incomprensión profunda de éste, identificándolo con modelos económicos y sociales, sin aprehender el núcleo de la cuestión: la autonomía de la voluntad, el Non serviam, bandera de toda ideología.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense