La piedad religiosa y social frente a la impiedad política

Detalle de «Santa Rosa de Lima», óleo sobre lienzo de José Lucano Flores

El pasado 30 de agosto se conmemoró los 351 años de la canonización de Santa Rosa de Lima, evocando aquel 12 de abril de 1671 cuando el Papa Clemente X reconoció sus santas virtudes para elevarla al altar y ser la primera santa del Perú y de América, y fiel testimonio de los frutos de la Cristiandad en el Virreinato. Aquel día, la Iglesia y los fieles peruanos nos congregamos en la Misa y en su Santuario después de dos años de restricciones sociales a causa del virus Covid-19; sin embargo, este gozo observó la impiedad del presidente Pedro Castillo.

En virtud de esta festividad, el P. Edgardo Albamonte, FSSPX, ofició una Misa en la Capilla Niño Jesús de Praga, del distrito limeño de Jesús María, con una homilía piadosa sobre la santidad extraordinaria de Isabel Flores de Oliva como don del Cielo reflejado en sus milagros, mística y penitencia, que muestran también la obra de santificación del Espíritu Santo. Asimismo, expresaba que la patrona de Filipinas destacó por su oración y su caridad (dones extraordinarios), y recordaba que la oración de la Colecta de la Misa en su honor explica dos rasgos característicos de su espiritualidad: pureza y paciencia: «Dios que hiciste que floreciese en América con la hermosura de su virginidad y paciencia». Rasgos que también adornan profundamente su ser por su contemplación y amor a Jesús Crucificado.

El padre Albamonte acompañó su sermón teológico y moral con una reflexión histórica al recordar que la santidad de la patrona de las enfermeras peruanas se debe al Evangelio de España y de la Iglesia católica, contrario a los enemigos de Jesucristo y de la España católica y evangelizadora que promueven el veneno y la agitación desde la «leyenda negra». Estos enemigos no perdonan el bautismo católico de América; al contrario, destacan únicamente el pecado de algunos conquistadores por el oro y no por la entrega que muchísimos hispanos hicieron de sus vidas y sangre por la cristianización del continente. Y es que, sentencia nuestro sacerdote, todo el oro de América no vale la fe católica traída al Nuevo Mundo, más aún no vale un alma salvada para el Cielo.

Por otra parte, la devoción a la Santa Rosa del Perú se testimonia en el espacio público. Miles de personas se congregaron desde tempranas horas del día en su Santuario, ubicado a pocas cuadras de la Catedral de Lima, para visitarla y agradecerle por su intercesión en estos últimos dos años. Además, sus fieles formaron una larga fila de hasta más de un kilómetro y esperaron más de cuatro horas para conocer la habitación, la ermita o el pozo de la santa, donde depositaron sus cartas con oraciones, solicitudes o agradecimientos por su intercesión. Niños, jóvenes, adultos, ancianos, amigos y familias compartieron un mismo amor en la paciencia del día. Otra muestra de piedad social se vivió también en las calles, acompañando la procesión de su patrona por el centro de la ciudad, compartiendo rezos y canciones en el aroma del sahumerio. Propios y extraños contemplaban la imagen virginal en su paso que remite a la vida cristiana y a las gracias especiales que Dios concede a sus criaturas elegidas para la más alta dignidad.

Pero el día atestiguó la impiedad del presidente Castillo y de su ministro del Interior, Willy Huerta, quienes no participaron en la misa de la Catedral de Lima, a sabiendas de que la santa es también patrona de la Policía Nacional del Perú (PNP), institución dirigida por aquel titular. Hay dos razones que pueden explicar esta execrable omisión. Primera razón, la ideología indigenista (neomarxismo andino) que condena la evangelización de América y del Perú, reniega de la Iglesia y los sacramentos, y repudia la Hispanidad, que son los afluentes de la peruanidad católica y mestiza, y cuyo fermento espiritual y somático se inicia en el Virreinato. El socialismo de Castillo lee la fe católica y sus tradiciones como una imposición del europeo sobre el indio o del hispano sobre el andino como proyecciones de la dicotomía burgués-proletario, merecedora de una revolución popular. Conflicto irreal y vencido por la devoción popular que reunió a la grey católica peruana en el Santuario de la santa.

En ese complejo marxista, el pasado 26 de agosto, Castillo envió un proyecto de ley (N° 2904-2022-PE) al Congreso para que declare el 30 de agosto como Día Nacional de las Personas Desaparecidas durante el Período de Violencia 1980-2000, con la presunta intención de desplazar la festividad de la santa y la piedad policial. Varios congresistas rechazaron esta propuesta y cuestionaron la ausencia del mandatario en la catedral. Asimismo, este 1 de setiembre, la Presidencia de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) dirigió una Carta Abierta a los poderes Ejecutivo y Legislativo, donde se sostiene que: «Introducir en la Fiesta de Santa Rosa de Lima, una conmemoración paralela el mismo día, afectaría directamente la celebración de esta expresión de religiosidad popular extendida por todo el Perú». En consecuencia, pidieron mantener incólume la festividad religiosa en su fecha correspondiente.

Segunda razón, su desprecio a la institución de la PNP, que, junto al Ministerio Público, allanó Palacio de Gobierno el pasado 9 agosto en búsqueda de su cuñada Yenifer Paredes, quien afrontaba una detención preliminar y que actualmente cumple una prisión preventiva de 30 meses. La familiar del presidente es investigada por los delitos de organización criminal y lavados de activos que comprometen también al Ministerio de Vivienda y al presidente Castillo y su esposa, Lilia Paredes, en la dirección y adjudicación de obras públicas. Por esta investigación, la defensa legal del mandatario presentó una denuncia en la Inspectoría General de la PNP contra el coronel Harvey Colchado, quien dirigió ese allanamiento a palacio, por supuestamente haber vulnerado la inmunidad presidencial en la diligencia.

Ante este escenario político alejado de la fe y la moral católicas, es propicio recordar el heroísmo de Santa Rosa en la época virreinal cuando protegió la custodia con la Sagrada Forma y la ciudad de Lima de la amenaza corsaria del holandés Joris van Spilbergen en 1615. Como entonces, pidamos a nuestra patrona que proteja al Perú y América de los errores del liberalismo, del comunismo, del socialismo y sus degeneraciones, confiados en su certera intercesión.

José Bellido NinaCírculo Tradicionalista Blas de Ostolaza