A principios de la década de los treinta del siglo pasado, el movimiento del Crédito Social inaugurado por el Mayor Douglas había alcanzado un auge y expansión enormes, no sólo en Gran Bretaña, sino también en otros países de la órbita británica, principalmente en Canadá. Como suele ocurrir cuando se quiere desprestigiar una verdad, empezaron a surgir diversidad de asociaciones y grupos que se presentaban públicamente (incluso usando el mismo nombre de «Crédito Social») como defensores de la doctrina económica y social preconizada por Douglas, cuando lo que en realidad hacían era desvirtuarla y falsearla. De ahí que el autor escocés fundara en Septiembre de 1933 un Secretariado que custodiara, sobre todo a través de su órgano oficial The Social Crediter, el sentido genuino de su teoría socio-económica, y avalara a aquellas formaciones o fuerzas que efectivamente la sostuvieran. Tanto la institución como el órgano siguen en activo hasta hoy.
El propio Douglas, a fin de no dejar lugar a dudas acerca de su auténtico pensamiento, lo solía calificar de «cristianismo práctico». Pero podía plantearse la cuestión de si era verdaderamente cristiana o no su filosofía social, a la luz del Magisterio Social de la Iglesia. A este respecto, llegó a confesar el ingeniero británico (TSC, 24/07/1948): «Hemos expresado de vez en cuando la opinión de que la perspectiva Católico Romana sobre economía y sociología es la perspectiva esencialmente Cristiana; y que ningún otro cuerpo de opinión Cristiano es tan consistente en su actitud oficial. Está fuera de cuestión que el veneno anticristiano del Comunismo se focaliza sobre el Catolicismo Romano, y que los cuerpos Protestantes, cuando no son usados como herramientas (y aun entonces), meramente concitan desprecio». Hay que aclarar que C. H. Douglas, a diferencia de un G. K. Chesterton –o a semejanza de un C. S. Lewis–, formalmente vivió y murió en la falsa «fe» anglicana, en su versión «anglo-católica». Lo cual no quita para que su Secretariado propugnara y editara la Encíclica de Pío XI Quadragessimo Anno sobre «la restauración del orden social en perfecta conformidad con la Ley Evangélica», o que reconociera en una ocasión (TSC, 22/05/1948): «Es probablemente un indicativo de la extensión con la que la Iglesia [sic] de Inglaterra, considerada como organización, ha quedado apanalada por las ideas Francmasónicas y Comunistas, el que el Arzobispo [sic] de York, en su enunciación de los derechos humanos, omitiera significativamente toda mención al derecho a poseer propiedad: un derecho sobre el cual la Iglesia Católica Romana siempre ha puesto énfasis como base de la libertad».
Fue en la Provincia de Quebec, naturalmente, donde más preguntas se suscitaron acerca de las relaciones entre el Crédito Social y la Doctrina Social Católica. Gran importancia y difusión tuvo el folleto publicado en 1936 por el teólogo Padre Dominico y especializado en ciencias sociales George-Henri Lévesque, titulado «Crédito Social y Catolicismo», en donde dictamina: «No encontramos en los datos esenciales del Crédito Social ninguna deficiencia grave capaz de impedir que los católicos den su adhesión a este nuevo sistema económico. Todo lo contrario, contiene varios principios muy queridos por la sociología cristiana. […] No vemos en absoluto cómo se le puede reprochar ni uno solo de los agravios por los que las Encíclicas condenan al socialismo: no es materialista, está lejos de favorecer la lucha de clases, no está contra la propiedad privada, no restringe demasiado la libertad humana, y no parece exagerar el papel del Estado».
Pero fue un católico francés emigrado a Quebec, Louis Even, el que impulsó y encabezó la difusión del Crédito Social en el Canadá francés, primero con la publicación Cahiers du Crédit Social (Oct. 1936-Agost. 1939), y desde Septiembre de 1939 con la revista Vers Demain, que continúa saliendo hasta hoy. A su vez, creó en 1940 el Instituto de Acción Política, organización dedicada al apostolado del Crédito Social, y cuya acción y predicación siempre tuvo el apoyo oficial del Secretariado de Douglas. En cuanto al episcopado francocanadiense, había disparidad de actitudes: p. ej., mientras que en el órgano oficial de la antigua Diócesis de Sherbrooke se imprimía el trabajo de Lévesque, los Arzobispos de Montreal y Quebec mostraban reticencias y reservas en sus comunicados al clero y fieles de sus respectivas Archidiócesis aunque sin entrar a analizar el tema. No obstante, Alain Pilote, miembro del antedicho Instituto, relata en su obra Las proposiciones del Crédito Social explicadas en diez lecciones (2006) que en 1950 un grupo de empresarios encargó al Obispo de la Diócesis de Nicolet (Quebec), Albertus Martin, «que fuera a Roma para obtener del Papa Pío XII una condenación del Crédito Social. De regreso a Quebec, este Obispo informó a los empresarios: “Para tener una condenación del Crédito Social, no es a Roma a donde tenéis que ir. Pío XII me respondió: ‘El Crédito Social crearía en el mundo un clima que permitiría el florecimiento de la familia y del cristianismo’”».
Félix M.ª Martín Antoniano