
El 13 de septiembre de 1847 tuvo lugar uno de los episodios culminantes de la invasión de Estados Unidos a Méjico iniciada el año previo, la Batalla del castillo de Chapultepec. Este edificio convertido entonces en la sede del Colegio Militar, había sido construido a finales del siglo XVIII por orden del virrey Don Matías de Gálvez y era el último bastión de relevancia militar en lo que entonces era el entorno de la Ciudad de Méjico. El castillo recibió la ofensiva de las fuerzas estadounidenses cuya victoria significó la ocupación de la otrora capital del Virreinato de la Nueva España por parte del país anglosajón, misma que concluyó a inicios del año siguiente cuando con la firma de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, Méjico perdió la mitad de su extensión territorial, en donde se constituirían posteriormente los estados norteamericanos de California, Nuevo Méjico, Arizona, Nevada, Utah y parte de Colorado y Oklahoma.
El contexto histórico de esta derrota forma parte de la etapa de caos e inestabilidad que caracterizó las décadas posteriores a la secesión de lo que fue el virreinato novohispano respecto del conjunto de la Monarquía Católica. Fueron años no sólo de rebeliones y cuartelazos recurrentes, sino también de pérdidas territoriales debidas en parte a la poca población que se encontraba en los extensos territorios del norte como a la falta de un referente político plenamente legítimo que garantizara la cohesión de los habitantes de estas zonas.
Lo anterior se conjugó con la ambición expansionista de Estados Unidos, país que a lo largo de buena parte del siglo XIX logró adquirir por distintas vías, justas o no, una inmensa cantidad de espacio geográfico que posteriormente sería aprovechado para favorecer su potencial. En 1845 con la anexión de Tejas a los Estados Unidos, como uno de sus estados, después de once años de haberse independizado del gobierno mejicano, se iniciaron las tensiones a ambos lados de la frontera por la definición de las líneas de demarcación, las cuales con el paso de los meses desencadenaron la invasión.
La entrada de los ejércitos estadounidenses se dio en dos etapas, la primera de ellas que fue de mayo de 1846 a febrero de 1847, implicó la ocupación de los territorios que más interesaban al país anglosajón; Nuevo Méjico, California, Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. La segunda etapa se dio de marzo a septiembre de 1847, a partir de que Winfield Scott atacase el puerto de Veracruz y desde ahí avanzara en sucesivas batallas hasta la Ciudad de Méjico.
Durante las semanas previas a la Batalla de Chapultepec, se desataron combates encarnizados y memorables por su heroísmo contra el invasor estadounidense en Lomas de Padierna, Churubusco y Molino del Rey. En estas acciones militares, especialmente en la Batalla de Churubusco del 20 de agosto, destacó no sólo la presencia de los mejicanos en el frente de batalla sino también de los miembros del Batallón de San Patricio, soldados de origen irlandés que siendo miembros de las fuerzas estadounidenses decidieron cambiar de bando por considerar que la injusta invasión contra una nación católica era reflejo de la que su propia patria había sufrido a través de los siglos por parte de la Inglaterra protestante. También son dignas de mencionarse en estas batallas las acciones de españoles de origen peninsular que, avecindados en Méjico decidieron enfrentar con heroísmo al agresor anglosajón, tales son los casos del sacerdote carlista Celedonio de Jarauta con experiencia en la lucha en favor de S.M. Carlos V y de los integrantes de los llamados piquetes de Tlapa.
(Continuará)
Austreberto Martínez, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.