En el llamado «Museo del Carlismo» de Estella se ha inaugurado una exposición titulada «¡Cuántos son mis soldados! Pelayos, ilustrando una infancia bélica», que se anuncia podrá visitarse hasta el 16 de abril de 2023.
La muestra se circunscribe a la etapa inicial de la revista Pelayos, 101 números editados en San Sebastián entre el 26 de diciembre de 1936 y el 27 de noviembre de 1938. No incluye, pues, ni la reaparición de la cabecera en Barcelona durante unos años de la década de 1950, ni su etapa actual, pues la revista ha vuelto a publicarse, felizmente, desde octubre de 2021.
Esta inactualidad es la marca del tal «Museo del Carlismo», inaugurado en 2010 tras años de extraño contubernio preparatorio. Baste decir que se dio voz y voto a los restos del mal llamado «Partido Carlista» socialista autogestionario y proseparatista, a cambio de los muy importantes fondos que décadas antes habían robado del desaparecido Museo de Recuerdos Históricos de Pamplona, que se hallaba bajo la custodia de la familia Baleztena. El contubernio fue al parecer manejado por elementos democratacristianos de ésos que se reclamaban «de la Comunión Tradicionalista Carlista»; y todo quedó bajo el control de los democratacristianos del Régimen de 1978 que hasta hace poco han controlado la política navarra. Con un planteamiento claro: el Carlismo, según ellos museizado, terminaba en 1936, o en 1939 como muy tarde. Años después de la inauguración del museo se abrió ocasionalmente un ventanuco hacia la historia posterior; pero con la vista siempre reducida y deformada por las mal aparejadas lentes opusitas y neohugonotes.
No es que esta nueva exposición carezca de interés. Sobre todo si se visita sin prestar demasiada atención a las interpretaciones comisariadas. Transcribimos a continuación parte de la nota oficial sobre la misma, eliminando en lo posible la contaminación políticamente correcta y autonómicamente correcta y otros errores:
La revista Pelayos. Semanario infantil nace en San Sebastián en 1936, tras la ocupación [liberación] de la ciudad, de la mano de dos sacerdotes catalanes (Miguel Rosell y Mariano Vilaseca), que, aprovechando la tradición editorial existente, impulsaron una revista para niños que se erigió en un eficaz instrumento adoctrinador en la propaganda de guerra.
Al mismo tiempo, la revista Pelayos se nutrió de talentos dispersos por la contienda que convergieron en San Sebastián. Fue un proyecto editorial moderno, iniciativa de Rosell, impulsado por el Carlismo. Se difundieron miles de ejemplares al mes por toda España, lo que la convirtió en uno de los títulos más populares entre los menores de la zona nacional. La revista hizo gala de una voluntad de independencia y se mostró reacia a seguir las doctrinas de la Unificación. Durante su vida, la calidad de Pelayos contribuyó a asentar las bases para futuros cómics.
Su dirección artística recayó sucesivamente en Vicente Cobreros Uranga, Jean Rapsomanikis y Valentín Castanys («As»). En torno a ellos se reunió un importante número de ilustradores y guionistas. Entre los primeros, cabe destacar a José Serra Massana, José Alcaide, Antonio Ojeda, Mercedes Llimona, Consuelo Gil, María Claret, Ramón Hostench, Máximo Ramos, Athos Cozzi, Miguel de Legarra, o a José María de Martín.
Asimismo fueron varios los clérigos que colaboraron con la revista, entre ellos Nicasio Albéniz, José María Homs, Juan Tusquets, etc. También hubo guionistas, como Bartolomé Galí («G. Li») y José María Canellas Casals («Augusto Benjamín»). En total, han sido identificados cerca de ochenta autores, entre dibujantes y guionistas.
Protágoras