Dulce et decorum est pro patria mori

Caravana de vehículos que huyen de la guerra

Abren los medios generalistas con declaraciones como las de Iván, que se identificó como un oficial reservista del ejército ruso. Iván ha salido de su país rumbo a Bielorrusia el jueves: «No apoyo lo que está pasando, así que decidí que tenía que irme de inmediato».

Mientras, deportistas ucranianos lucen en sus brazos, en los diferentes eventos que participan, un brazalete con la bandera de su país al acorde de su himno tarareado por la febril pasión de europeos, con su entrada en el bolsillo.

Unos y otros son alabados, de una u otra forma, por los países integrantes de la OTAN.

En el caso de España, el Gobierno ha aprobado una ayuda de 400 euros al mes a cada persona adulta ucraniana que cuente con protección temporal en España, y 100 euros adicionales por cada menor a cargo durante un periodo máximo de 6 meses.

No vengo a juzgar a cada individuo que huye de cumplir sus deberes para con su patria, ni entraré a tratar si sus gobernantes son defendibles, pero sí es preciso definir los hechos, como afirma Platón, en uno de sus Diálogos, el Crátilo:

Sócrates. – Pero dime a continuación todavía una cosa: ¿cuál es, para nosotros, la función que tienen los nombres y cuál decimos que es su hermoso resultado?

Crátilo. – Creo que enseñar, Sócrates. Y esto es muy simple: el que conoce los nombres, conoce también las cosas.

No es lo mismo un refugiado, que un huido; un desertor que un prudente; ni un héroe que un pusilánime, ni un mártir que un traidor.

Dice Santo Tomás en la Suma Teológica: «Después de Dios, los padres y la patria son también principios de nuestro ser y gobierno, pues de ellos y en ella hemos nacido y nos hemos criado. Por lo tanto, después de Dios, a los padres y la patria es a quien más debemos». Y lo afirma porque el amor a la patria (y por lo tanto su defensa, igual que defenderíamos a nuestra madre de cualquier mal) es una virtud. Tanto es así, que forma parte del Cuarto Mandamiento del Decálogo.

Pero para los embotados oídos y ciegos ojos del hombre de hoy, el horror de la guerra es eso mismo: horror que hay evitar para salvaguardarse uno mismo.

Quien fue nuestro Jefe Delegado, el Prof. José Miguel Gambra, en su ensayo publicado en 2010 «El patriotismo clásico en la actualidad», nos lo aclara de forma tal, que ni el más abyecto puede justificarse.

«Dios ha querido que nazcamos de unos hombres concretos y no por generación espontánea, ni de esporas, como las setas; y ha querido que eso se haga dentro de una sociedad más amplia, gracias a la cual ha podido mantenerse la familia en que hemos nacido.

A la deuda que tenemos contraída con nuestros padres y la patria se corresponde con unas acciones que genéricamente suelen denominarse “culto”, término que hoy se ha restringido a los actos que manifiestan la virtud de la religión y del amor a Dios, pero que debe entenderse en sentido más amplio, cuando se refiere a los progenitores y a la patria…

El patriotismo es una virtud cuyo objeto es la sociedad y el gobierno que nos ha permitido vivir y perfeccionarnos, cuyo fundamento se halla en la deuda de gratitud que sólo con esa sociedad tenemos y que nos obliga a darle culto».

Por lo tanto, es la virtud de la Piedad ―obligación o deuda que contraemos hacia aquellos a los que no podemos restituir cuanto debemos― la que nos obliga a la entrega de nuestras vidas a la Patria, ya que  es a ella a quien debemos el entorno, el sustento, la educación y los medios de subsistencia o santificación que nos haya proporcionado.

¿Y cómo restituimos esa obligación? Con las virtudes de la caridad y la gratitud: «En otras palabras, para con la patria, aparte del respeto y reverencia que le debemos y de la contribución al bien común, que cada uno debe realizar desde el puesto que le corresponde, tenemos la obligación de socorrerla en las situaciones extraordinarias que se presentan cuando es hostigada por enemigos externos o internos».

Pero estas virtudes no exigen una obediencia ciega y autómata: «Al contrario, debemos odiar a los padres que tal pretendan “en cuanto eso hacen” (es muy importante esta precisión, pues no nos exime de cumplir otros deberes respecto de ellos). No es virtuoso respetar el desorden que podamos hallar en los padres y lo mismo proporcionalmente sucede con la patria: no hemos de amar a los gobernantes que mandan lo contrario al orden querido por Dios, ni respetar, o rendir culto, a nuestros conciudadanos, en cuanto tengan deseos desordenados, sino que debemos odiarlos bajo ese aspecto».

Decía el General George Patton: «El objeto de la guerra no es morir por tu país, sino hacer que el otro bastardo muera por el suyo».

Dulce et decorum est pro patria mori.

Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza