Ciertamente no nos podemos olvidar de la coyuntura política internacional de estos tiempos. En especial cuando afecta una potencia menor. Gran Bretaña, que fue otrora temible enemiga nuestra y ha quedado reducida a provincia tributaria del Imperio estadounidense, recientemente ha cambiado de Jefe de Estado. Doña Isabel, llamada la II, ya no está en este mundo terrenal y a su muerte fue llorada y también abucheada por un pueblo dividido entre partidarios y detractores. Sobre la difunta ya se han publicado varios artículos en este periódico, y no entraremos a analizar los pormenores de sus desgracias familiares. A continuación, trataremos del nuevo Jefe de Estado de Gran Bretaña.
Durante muchos años se comentó que el otrora príncipe Carlos nunca ocuparía la jefatura del Estado por sus presuntas conexiones con la muerte de Diana Spencer, quien utilizó por un tiempo el título de Princesa de Gales. Pero lo que realmente nos interesa en este momento es hablar sobre su conexión con grupos perennialistas.
Tal conexión comenzó en los años 70. Carlos Windsor, que dedicaba su tiempo a las actividades políticas de representación de su familia y a su entrenamiento en las fuerzas armadas británicas, fue presentado por amigos en común a un pensador de origen bóer sudafricano. Se trataba de Laurens Van der Post, hombre de letras, veterano de guerra, conocido escritor y naturalista que era muy conocido de intelectuales como Carl Jung, del explorador Wilfred Thesinger, de otros miembros de la escena británica de aquel entonces. Ese círculo cercano a Van der Post también incluía a la escritora Kathleen Raine, estudiosa del gnóstico William Blake y muy cercana al movimiento conocido como «La Nueva Era». Entre Carlos Windsor y Van der Post no tardaría en florecer cierta amistad que se tornó una relación de discípulo y maestro: el sudafricano le aconsejaría espiritualmente y le instaría a desempeñar «un papel dinámico e inefable que se adapte a la forma futura de una sociedad moderna fundamentalmente revalorizada y renovada», una revalorización que sería «tan amplia y profunda que implicará una lucha prolongada por todo lo que es bueno y creativo en la imaginación humana». De esta manera se podría «devolver al ser humano un aspecto natural perdido de su propio espíritu; restaurar su relevancia para la vida y su amor por la naturaleza, y acercarse al plano y plan original de la vida». En concreto, Van der Post se refiere específicamente a «Our Mother Which Art in Earth», con la pretensión de buscar una renovación espiritual para lograr la preservación natural. Aunque pudiera ser poco criticable la parte ecologista de algunas afirmaciones, se observa una cierta tendencia espiritualista en la entrevista en general. Esta tendencia es rastreable en Gran Bretaña incluso desde la época victoriana: tal vez procedería de su barroco influenciado por los rosacruces y otros clubes ocultistas y sería parte de ese eslabón moderno entre los pensadores heterodoxos angloparlantes.
La relación entre el bóer y el aristócrata, pasando la década de los 70, se volvería más cercana, lo que alimentaba las quejas de su madre, que consideraba que trataba con personas demasiado excéntricas. Tenía, como decían los consejeros «un problema de gurú». Mientras su tío, Louis Mountbatten, daba consejos de corte sentimental a su sobrino, Van der Post se encargaba en general del plano espiritual. Este último, coincidencia o no, logró ocupar algunos puestos políticos durante el thatcherismo, convirtiéndose en persona de referencia para cualquier negociación de Gran Bretaña con Sudáfrica o Zimbabue.
(Continuará)
Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza