Uno de los medios digitales católicos de más difusión en España hizo entrega el pasado miércoles 28 de septiembre de su V edición de premios. Los objetivos de estos premios, según los convocantes, son el reconocimiento de personalidades que «destacan en el anuncio del Evangelio, la evangelización de la Cultura y la promoción de la civilización del amor (nombre que Juan Pablo II daba a la construcción de una sociedad según el Reino de Dios)». De todos los premios uno de ellos me ha llamado especialmente la atención.
Y ha sido el otorgado al escritor José Luis Olaizola. Dicho escritor ganó hace años el Premio Planeta con «La guerra del General Escobar», la historia de un militar de la República, del bando rojo, aunque era terciario franciscano. No es mi intención juzgar a nadie, pero sí poner en tela de juicio el hecho de escribir sobre un militar que, a pesar de sus profundas creencias religiosas, prefirió obedecer a todo trance a un gobierno que había decidió quemar iglesias y dar rienda suelta a los hijos de Satán que asesinaron a miles de católicos de todas las edades.
Parece ser una constante del catolicismo de nuestros días la incoherencia de vida, característica que viene de atrás como podemos observar en el general rojo de Olaizola. Hoy vemos normal que los católicos vivan como paganos, que acudan a los sacramentos únicamente cuando se convierten en actos sociales, que voten a partidos políticos que apoyan el aborto y que incluso militen en dichos partidos. Quizás el escritor no pudo encontrar ni un solo héroe en el otro bando y que además fuera un buen católico. De estos creo que los hubo a millares. Pero la militancia, las banderas y las guerras por Dios no están de moda. Presentar una cruzada en la que miles de personas lucharon por la religión, como una guerra fratricida y desprovista de ideología es cometer una injusticia. Entiendo que habría luchas de conciencia en las personas de los dos bandos, pero también en una guerra es importante elegir el lado correcto.
Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas