Sobre su finalidad
Recibíamos hace casi un año en Valencia la visita de don Miguel Ayuso, y hace casi un mes nos encontrábamos algunos jóvenes correligionarios en El Escorial para apretar lazos de hermandad en esta gran familia que es el carlismo. Y ahora, nacido como al impulso de estos encuentros memorables, tenemos la dicha de presentar en La Esperanza el Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta. Pocos días como el recientemente celebrado el 9 de octubre —fecha grande para el Reino de Valencia y para las Españas todas— parecían tan propicios para sintetizar, en apretados párrafos, qué somos y cuál es nuestra tarea.
Somos profundamente católicos, aunque —¡ay!— pecadores, pero no entendemos de beaterías oficialistas ni de clericalismos; no adoptamos lastimosos discursos ni asumimos conceptos modernos por muy encumbradas que sean las jerarquías que pretendan bautizarlos. No sabemos de laicidades positivas, de sanas democracias, de derechos humanos, de personalismos, de capitalismos «con rostro humano», de valores humanistas ni de pluralismos. No escindimos lo natural y lo sobrenatural, lo temporal y lo eterno, lo público y lo privado. No separamos la política de la piedad, y a tal punto las sabemos entrelazadas que es precisamente un deber de piedad el que nos convoca a batallar en esta santa Causa.
No somos ingenuos, pero tampoco cínicos, y no hacemos interpretaciones desiderativas sobre la reciente historia de la Iglesia —conscientes de la magnitud de la tragedia— pero tampoco nos erigimos en sustitutos de su autoridad divina. Sencillamente, con naturalidad, sin perplejidades, no pretendemos otra cosa que ser íntegramente católicos y españoles. Y, en consecuencia, como dijera el padre Palau, «¿qué menos que carlistas?».
Pero carlistas de una pieza: sin escamotear ningún punto del sagrado lema de nuestros mayores ni alterar su membrada jerarquía. Por eso este Círculo valenciano, junto con su hermano mayor —Círculo Carlista Abanderado de la Tradición, Nuestra Señora de los Desamparados—, no quedará recortado según el patrón de ese etéreo y sedicente «tradicionalismo de principios y de esencias» en el que Francisco Canals viera «una traición y desfiguración enervadora», ni mucho menos quedará reducido a club folklórico de nostálgicos o eruditos. Tampoco malograremos tiempo y energías en disputas estériles sobre asuntos eclesiales en que los seglares no tenemos competencia. Militaremos bajo las banderas de la Tradición y no bajo sus jirones: cada actividad, cada iniciativa y cada una de nuestras palabras deberá estar guiada por firmes criterios doctrinales al tiempo que, por una clara intención de eficacia contrarrevolucionaria, por pequeña que parezca, al servicio del apostolado político.
Sobre el nombre
A D. Alberto lo llamó el profesor Ayuso «el último carlista histórico». Un hombre extraordinario que Dios puso, providencialmente, en la vida de muchos carlistas. Amigo, maestro, entusiasta, risueño, siempre cercano, apóstol de la unidad católica… nos legó obras, artículos e ideas que pasarán a la historia del tradicionalismo político español. Nacido en San Sebastián en 1922, pasó sus años universitarios en Valencia, donde estudió medicina. Entró, más tarde, en el cuerpo de sanidad de la Armada, del que se retiró como coronel. Los últimos años de su vida los dedicó también a nuestra ciudad donde falleció, casi a los 97 años, el 12 de septiembre de 2019. En el centenario de su nacimiento comienza esta nueva andadura carlista en Valencia que, también, quiere rendir homenaje al maestro de tantos carlistas.
Sobre el escudo
El actual escudo de la ciudad de Valencia se remonta a la época de la reconquista. Tras la entrada oficial del Rey Don Jaime en Valencia, el 9 de octubre de 1238 y la reorganización de la ciudad, ésta adoptará como divisa propia las armas reales. Se conformó así el origen del actual escudo: un cairó (rombo apoyado sobre uno de sus vértices) con cuatro palos de gules sobre campo de oro (senyal reial de bastons o barres grogues e vermelles).
Pero no siempre había sido así. Hasta 1377, en el que el rey Don Pedro IV el ceremonioso autorizó definitivamente el uso de las armas reales, la ciudad de Valencia había utilizado otro escudo que representaba una ciudad amurallada sobre olas. Un sello del año 1312, un escudo esculpido en la puerta de los Apóstoles de la ciudad de Valencia (1354-1362) o una pintura que representa las exequias del rey Carlos I en las que los caballos llevan gualdrapas con las armas de los reinos y señoríos pertenecientes al emperador, son algunos testimonios de este antiguo uso.
Recuperamos para el Círculo Cultural D. Alberto Ruiz de Galarreta el uso de este antiguo escudo del Reino de Valencia.
Sobre nuestras próximas actividades
Nuestro apostolado que se concretará principalmente, durante este curso, en el estudio y comentario de la última obra de don José Miguel Gambra, La sociedad tradicional y sus enemigos; obra con la que nos regaló una pedagógica y profunda introducción a las enseñanzas filosóficas clásicas sobre la política. La primera sesión, de carácter liminar, se hará coincidir —Dios mediante— con la solemnidad de Cristo Rey, el próximo domingo 30 de octubre. Tras ella, en las siguientes sesiones profundizaremos capítulo por capítulo en los diversos temas que aborda el libro (desde el recto concepto de tradición hasta la monarquía legítima como forma de gobierno, pasando por el bien común, la virtud del patriotismo o los principios de subsidiariedad y totalidad). Y lo haremos, a su vez, enanos como somos, a hombros de gigantes: de los maestros tradicionalistas que aguzan nuestro ingenio y enderezan nuestros juicios, y cuyo magisterio es siempre antídoto contra las posibles tentaciones de creernos sabios o inauguradores de nada.
Con el auxilio divino, en la modestísima medida de nuestras fuerzas, los carlistas valencianos ofrecemos a Su Alteza Real nuestros afanes y nuestros esfuerzos, en el empeño entusiasmado por defender y difundir la ortodoxia política de la tradición católica española, en obediencia a su Secretaría Política y a todos los mandos de la Comunión. Sólo así —en palabras del maestro Francisco Elías de Tejada— «hermanadamente, seremos merecedores de esa cosa tan grande, de ese título tan noble, de esa hidalguía inmarcesible, de esa gracia de Dios, que es ser carlista». Que la Santísima Virgen, Nuestra Señora de los Desamparados, nos haga dignos de esa gracia.
Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta