Capitalismo garantizado por el Estado (I)

La industria de Detroit. IADE

En los artículos «Crítica a unos comentarios de H. Belloc al Mayor Douglas» hacíamos referencia a un conjunto de trabajos del apologista católico franco-británico publicados entre Febrero y Agosto de 1938 en la revista estadounidense Social Justice, centrándonos en el nº 14 de la serie, dedicado a resumir los que Belloc estimaba como «falsos remedios» para tratar de salir del sistema capitalista. En aquel entonces nos interesamos sólo por lo que afirmaba acerca del Crédito Social (acompañándolo de unas matizaciones críticas), pero ahora queremos traer a colación la descripción que ofrecía de otra de las «soluciones» erróneas que se recomendaban para escapar del capitalismo. No añadiremos esta vez comentario disconforme alguno, pues en este caso sí compartimos completamente la calificación de pseudo-remedio con que Belloc lo denuncia: representa el modo con que el capitalismo ha querido continuar su senda, sin que suponga ningún desafío substancial contra él; antes bien, se complementa perfectamente con él, y asegura su continuidad, ahondando aún más en su control de la población. Es aquello de lo que Belloc estuvo avisando durante toda su carrera desde su primera gran obra de tema social El Estado Servil (1912), cuando asistía como testigo a las nuevas políticas «prosociales» impulsadas por el Partido Liberal durante sus Gobiernos entre 1906 y 1922, y que serían continuadas por su relevo político, el Partido Laborista, y por el Partido Conservador. Estos experimentos «sociales» se extenderían también al resto de Europa.

Aunque Belloc dedicó el artículo nº 19 de la serie exclusivamente a desarrollar esta falaz «cura» del capitalismo, reproduciremos aquí sólo la forma resumida con que lo presentó en el susodicho escrito nº 14: «El segundo falso remedio –capitalismo garantizado por el Estado– es de gran importancia porque está siendo más y más aplicado en Inglaterra, siendo Inglaterra el país que primero dio nacimiento al capitalismo industrial, el país cuya lengua cubre una gran parte de la Tierra, y el país que se presta más que ningún otro a experimentos políticos exitosos. Este falso remedio ha echado también raíces en Inglaterra porque es el país en donde, más que en ningún otro, los hombres están preparados para obedecer leyes en cuya elaboración han tenido poca o ninguna parte.

Encabezamiento del artículo décimonoveno de la serie “El camino de salida” de Hilaire Belloc, aparecido en el número de la revista estadounidense “Social Justice” de 11 de Julio de 1938

»No es fácil encontrar un nombre para este segundo falso remedio, pues, aunque ya está en pleno funcionamiento a este lado del Atlántico, no se le ha dado un título oficial; pero debemos darle un nombre si hemos de tener que lidiar absolutamente con él: llamémosle “Capitalismo Seguro”. No es Socialismo de Estado (como a menudo se lo llama), aunque viene acompañado por muchos rasgos del Socialismo de Estado.

»Lo característico de este segundo falso remedio, tanto en su motivación como en su plan, es la salvación del capitalismo mediante ciertas reformas que, así se espera, lo harán estable y permanente; siendo la más importante de estas reformas el sostenimiento del proletariado desempleado a partir de los impuestos.

»Los males obvios del capitalismo industrial moderno –males que resultan patentes a todas sus víctimas y que son los más agudamente sentidos– son la inseguridad y la insuficiencia. El capitalismo industrial, siendo definido como una condición en la que la riqueza se produce mediante instrumentos cuya dirección se confiere a una minoría rica y no a los trabajadores que usan esos instrumentos, se sigue de ahí todo ese conjunto de males que hemos estado describiendo y anunciando en estos artículos. De esos males, repito, los más evidentes –que millones han experimentado, y de los cuales más violentamente se resienten– son la insuficiencia de sustento y la inseguridad incluso de ese insuficiente sustento. Es difícil decir cuál de estos dos males es el más desesperado, conduciendo cada uno de ellos a masas de hombres al borde de la revolución, y haciendo ambos en conjunción la vida imposible en los países industrializados.

»Ahora bien, el capitalismo “seguro” o “garantizado por el Estado” es un sistema en donde estos dos obvios e inmediatos males desaparecen. La inseguridad desaparece porque el sustento de cada ciudadano es garantizado por el Estado en una cierta proporción fijada. Encontramos, una vez que el sistema está completo (como ya casi está completo en Gran Bretaña), que la única diferencia entre el empleado y el desempleado es que el empleado podría tener (no siempre lo tiene) más para subsistir que el desempleado. La insuficiencia también desaparece, al menos en teoría, pues la asistencia pública dada a las familias que no pueden obtener salarios se calcula sobre un cierto mínimo que se supone ser suficiente para mantener a los hombres vestidos, y alimentados, y alojados».

(Continuará)

Félix M.ª Martín Antoniano