Tras la victoria de Lula da Silva el pasado domingo 30 de octubre circula en redes un mapa chusco clasificando los países sudamericanos según su forma de gobierno. Como era de esperarse, la izquierda celebra la expansión de la marea roja mientras que la derecha la lamenta, pero la verdad es que la única marea es la rosa.
Cualquier hombre con dos dedos de frente sabe que en ningunos de los escritos de Karl Marx figura la promoción de la homosexualidad. Así mismo, cualquiera con un conocimiento de la historia sabrá que los países que más han penado la homosexualidad son los comunistas, luego, ¿por qué la izquierda iberoamericana defiende esa causa?
Los conservadores se irán por lo fácil y citarán a Plinio Corrêa de Oliveira para explicar que tras la Caída del Muro de Berlín, el comunismo mutó a una fase ecológica y progresista. No obstante, esto está muy lejos de la realidad, pues el progresismo no es más que la consecuencia lógica de la defensa de las libertades individuales y negarlo es tapar el sol con un dedo.
Y el hecho que la izquierda defienda el progresismo es cuestionable, pues en Venezuela, Perú y Nicaragua estos temas no tienen relevancia. Los progresistas en algún momento de su vida fueron marxistas, luego renunciaron a la fe del hombre nuevo en favor del sueño americano, convirtiéndose en lacayos de la ONU.
Gustavo Petro, Alberto Fernández, Gabriel Boric y el recién electo Lula poco tienen que ver ya con el difunto Hugo Chávez. Esta marea rosa amenaza con devorar a los antiguos países socialistas y no gracias a la ayuda del Kremlin, sino gracias a la misma derecha. El aborto, los lobbies LGTB, etc., no surgieron hace un par de años, sino que llevan décadas infiltrándose en nuestra sociedad.
En el caso colombiano, el presidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990) dio pasos agigantados en ese ámbito. Su hijo, Virgilio Barco Isakson fue el fundador de Colombia Diversa, una entidad que promueve el lobby LGTB y desde finales de los 90s convive con Andrew Dier.
Al tradicionalista le digo que no tema a la marea rosa, sino a la peste derechista, que se expande cuando el statu quo se mantiene intacto e infecta a las personas sin darse cuenta. Sobra decir que Jair Bolsonaro no es ningún héroe, pese a mostrarse más independiente de Washington que sus homólogos, pero no deja de ser más que un peón rebelde.
Recordemos que el pasado domingo 30 de octubre fue la fiesta de Cristo Rey y que la realiza de Nuestro Señor Jesucristo no es metafórica. Que reine Cristo y que de María sea la nación, no de Washington ni del club de fans de Donald Trump.
AGENCIA FARO, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas. C. Restrepo.