(English Version below)
Parte IV: La Leyenda Negra
Conocida en español como «La Leyenda Negra», se trataba originalmente una colección de varios mitos antiespañoles sobre supuestas crueldades y políticas opresivas propagadas por los enemigos de la Hispanidad (como los británicos protestantes y los talmudistas) para difamar a la que entonces era la potencia católica más fuerte del mundo. Aunque a menudo está desacreditada entre los círculos de historiadores honestos, la Leyenda Negra persiste sin embargo en las creencias históricas de muchos hoy en día, y en particular hay un conjunto de mitos aplicados a cada parte de la Hispanidad. En las Islas Filipinas, los mitos más notables son los siguientes: el sistema de Encomienda, el Polo y Servicio, y los frailes.
El sistema de Encomienda, tal y como se enseña en los programas escolares filipinos modernos, se suele referir como un sistema de esclavitud por el que se asignaba un trozo de tierra a un español de la España ibérica, y en el que éste podía utilizar el servicio de los nativos que habitaban dicha tierra en su beneficio. Sin embargo, cuando hay derechos, los deberes son inevitables, y el sistema de encomienda no era diferente. La Corona española encomendaba al terrateniente (encomendero) la tierra no sólo para el beneficio del encomendero, sino para que los propios indígenas pudieran beneficiarse de la instrucción en la agricultura y, lo que es más importante, en la fe católica. Además, el sistema de encomienda fue una institución temporal que fue abolida apenas unas décadas después de su introducción, dando paso a la reducción más permanente, para la cual la encomienda preparó el camino.
A continuación, este trabajo se ocupará del Polo y Servicio. A menudo descrito como otra política opresiva impuesta a los nativos de Filipinas, el Polo y Servicio fue, por el contrario, un sistema que resultó beneficioso para ellos. Sencillamente, el Polo y Servicio era una política destinada a mejorar la economía de la localidad en la que trabajaban los obreros, principalmente mediante la construcción de infraestructuras como puentes, carreteras y similares, muchos de cuyos ejemplos se siguen utilizando hoy en día. Además, los que trabajaban bajo el Polo y Servicio sólo lo hacían durante 40 días al año, con un salario diario.
Por último, a menudo se cree que los frailes de Filipinas eran opresores corruptos del pueblo que buscaban saciar sus propios deseos carnales. Sin embargo, aunque es cierto que ha habido casos de frailes de este tipo, no eran en absoluto la norma. Por el contrario, no nos equivocaríamos si dijéramos que la presencia de los frailes trajo mucho bien a Filipinas. Es a los frailes y a los jesuitas a quienes los pueblos filipinos deben su educación, tanto en lo espiritual como en lo temporal, elevando el nivel de sus civilizaciones a un grado igual al de las europeas, incluso superándolas en algunos aspectos, ya que, como señaló cierto observador extranjero citado en «The Friars in the Philippines», del P. Ambrose Coleman, O.P.:
«…la Iglesia ha demostrado ser, en general, el instrumento más barato y eficaz para el buen gobierno y el orden; incluso la gente común aprende a leer con su ayuda, tanto como para permitirles leer sus libros de oración y otros manuales religiosos. Hay muy pocos indios que no sepan leer, y siempre he observado que los hombres de Manila que sirven a bordo de los barcos y forman su tripulación han sido mucho más capaces de suscribir sus nombres en los artículos del barco que los marineros británicos a bordo de los mismos buques».
De hecho, con una escasa guarnición de menos de 10.000 hombres, suficiente sólo para mantener a raya a los moros del sur, eran los propios frailes los que actuaban como representantes del gobierno en Manila incluso en los barrios más alejados, por lo que se vieron catapultados a una posición de autoridad paternal en las localidades a las que servían, una autoridad que, sin embargo, no fue resentida por la masa del pueblo. Al estar así situados, a menudo les tocaba también enseñar a la población campesina los métodos agrícolas modernos, así como introducir nuevos cultivos para que los sembraran, siendo los más notables el maíz y el café. El maíz, importado de América, se convirtió en otro alimento básico de los filipinos, además del arroz y el camote; mientras que el café, aunque ya estaba presente en la naturaleza de las islas Filipinas, no se cultivó hasta que los frailes señalaron su valor.
Sería bueno señalar también la influencia que los frailes tuvieron en el sistema educativo de los pueblos filipinos. En cada barrio había una escuela para niños y otra para niñas, cada una de ellas impartida, en la mayoría de los casos, por asistentes delegados del párroco. Además, todos los que deseaban cursar estudios superiores podían asistir a las universidades dirigidas por las órdenes religiosas, sobre todo a la Universidad de Santo Tomás, dirigida por los padres dominicos, así como a la Universidad de San Ignacio y, más tarde, al Ateneo de Manila, dirigido por los jesuitas.
Por lo tanto, podemos decir con confianza que la inclusión de los pueblos filipinos en la Hispanidad resultó ser en general beneficiosa, elevando su estatura entre los muchos pueblos de la tierra. Sin embargo, lamentablemente, los pueblos filipinos fueron arrancados de la Hispanidad a finales del siglo XIX, aunque, como se verá en el próximo artículo de esta serie, este fue un proceso que tardaría siglos en producirse.
Elijah Francis Morales, Círculo Carlista Felipe II de Manila
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Part IV: The Black Legend
Known in Spanish as «La Leyenda Negra», the Black Legend was originally a collection of various anti-Spanish myths of alleged cruelties and oppressive policies propagated by the enemies of Hispanidad (such as the Protestant British and the Talmudists) in order to malign what was then the strongest Catholic power in the world. Although often discredited among circles of honest historians, the Black Legend nevertheless persists in the historical beliefs of many today, and notably there is a set of myths applied to each part of Hispanidad. In the Philippine Islands, the most notable myths involve the following: the Encomienda system, the Polo y Servicio, and the friars.
The Encomienda system as taught in the modern Filipino school curriculum is often painted as a system of slavery whereby a piece of land was allotted to a Spaniard from Iberian Spain, and where he could thereby utilize the service of the natives inhabiting said land to his benefit. However, where there are rights, then duties will inevitably follow, and the encomienda system was no different. The landowner (encomendero) was entrusted with the land by the Spanish Crown not merely for the profit of the encomendero, but so that the natives themselves could profit by instruction in agriculture, and more importantly in the Catholic Faith. Furthermore, the encomienda system was a temporary institution that was abolished merely a few decades after its introduction, making way for the more permanent reduccion, for which the encomienda prepared the way.
Next, this work shall look at the Polo y Servicio. Often described as yet another oppressive policy imposed upon the natives of the Philippines, the Polo y Servicio was on the contrary a system that proved to be beneficial to them. Quite simply, the Polo y Servicio was a policy meant to advance the economy of a locality where the laborers were working, mainly through the making of infrastructure such as bridges, roads and the like; many examples of which are used to this day. Moreover, those who worked under the Polo y Servicio only worked for 40 days a year, each with a daily wage.
Finally, the Friars in the Philippines are often believed to be corrupt oppressors of the people who sought to satiate their own carnal desires. However, while there may certainly have been cases of such friars, they were by no means the rule. On the contrary, one would not go wrong in saying that the presence of the Friars brought about much good in the Philippines. It is to the Friars and the Jesuits that the Filipino peoples owe their education in both spiritual and temporal matters, raising the standard of their civilizations to a degree equal to those in Europe, nay even in some respects surpassing them, for as remarked by a certain foreign observer quoted in «The Friars in the Philippines» by Fr. Ambrose Coleman, O.P.: «…the Church has long proved to be, on the whole, by much the most cheap and efficacious instrument of good government and order—even the common people learn reading by its aid, so much at least as to enable them to read their prayer-books and other religious manuals. There are very few Indians who are unable to read, and I have always observed that the Manila men serving on board ships and forming their crew have been much more often able to subscribe their names to the ship’s articles than the British seamen on board the same vessels could do».
Indeed, with a meager garrison of less than 10,000 men, enough only to keep the Moros to the South in check, it was the Friars who themselves served as representatives of the government in Manila even in the most far-flung barrios, hence being catapulted into a position of paternal authority in the locales they served, an authority which nevertheless was not resented by the mass of the people. Thus being situated, it was often their lot as well to teach the farm-based populace modern agricultural methods as well as introducing new crops for them to sow, the most notable being Corn and Coffee. Corn, imported from America, became another staple food of the Filipino aside from Rice and Camote; whereas Coffee, although already present in the wilds of the Philippine Islands, was not cultivated until its value was pointed out by the Friars.
It would be good to point out as well the influence the Friars had on the Filipino Peoples education system. In each barrio there was one school for boys and one for girls, each taught, more often than not, by delegated assistants of the Parish Priest. Further, all those who wished to pursue higher education could attend the universities run by the religious orders, most notably the Universidad de Santo Tomas run by the Dominican Fathers, as well as the Universidad de San Ignacio and later the Ateneo de Manila run by the Jesuits.
Thus, we can say with confidence that the Filipino Peoples’ inclusion into Hispanidad proved to be on the whole beneficial, elevating their stature among the many peoples of earth. Yet sadly, the Filipino Peoples were ripped away from Hispanidad at the end of the 19th century, although as one shall see in the next article of this series, this was a process that would be centuries in the making.
Elijah Francis Morales, Círculo Carlista Felipe II de Manila