El último realista del Alto Perú: así es como se conoce a este líder militar que peleó por la monarquía hispánica hasta dar la vida por ella. Este 23 de noviembre se recuerda precisamente la heroica muerte de aquel que llevaba un escapulario de Nuestra Señora del Carmen al momento de ser fusilado. El historiador tarijeño Norberto Benjamín Torres se encargó de recopilar en una obra magnífica detalles precisos sobre la vida de este gran personaje.
Publicado por Ciencia Editores en el año 2020 en Chuquisaca, El león de Santa Cruz: brigadier Francisco Xavier de Aguilera constituye un testimonio fundamental para conocer los pormenores de la vida de este personaje. Aguilera (1780-1828) nació en Santa Cruz de la Sierra y sus padres lo enviaron a estudiar al seminario en la ciudad de La Plata, pero dejó la teología para abrazar las armas y defender a su patria en 1810, cuando comenzaba el torbellino revolucionario.
El brigadier se desplegó a toda velocidad por los actuales departamentos de Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz, derrotando y capturando a cuanto caudillo insurgente encontrara en el camino. Enfrentó cara a cara a algunos de los más importantes cabecillas revolucionarios de su época, como Manuel Ascencio Padilla, Vicente Camargo e Ignacio Warnes.
Es a este último a quien el brigadier dio muerte en la icónica batalla de El Pari, gracias a la cual la historiografía hegemónica cruceña le da horrendos calificativos. Santa Cruz tiene una tarea pendiente con su historia, y es despojarse de los mitos románticos que adornan la figura del coronel Ignacio Warnes, peligroso caudillo rioplatense imbuido de ideas erradas.
Aguilera fue el segundo hombre fuerte del Alto Perú, después de Pedro Antonio de Olañeta: ambos comandaban sus ejércitos con la firme convicción de que intenciones oscuras se escondían detrás de la guerra separatista que pretendía declarar «independencias». Fue tan importante el brigadier, que el mismísimo Antonio José de Sucre le envió hasta tres cartas solicitándole abandonar la causa monárquica para abrazar la causa liberal; por supuesto, el león de Santa Cruz no consintió en ello.
Aguilera no estaba solo: contaba con el apoyo del legendario José María Valdés, «Barbarucho», verdugo del caudillo revolucionario barbón Martín Miguel de Güemes. El brigadier también contó con la colaboración del padre José Rafael de Salvatierra y Chaves y Sebastián Ramos, ambos monárquicos convencidos.
Ya para 1825, cuando Sucre y sus invasores ingresaron a Charcas, Aguilera fue sorprendido por oficiales que, sobornados con dinero, lo apresaron. A partir de entonces y luego de gestiones diplomáticas, el león de Santa Cruz se mantiene en una especie de residencia vigilada y perdón condicional en la ciudad de Cochabamba, pero tiempo después, se fuga. Entonces, Sucre ordena su búsqueda y captura a todos departamentos de la recién fundada república Bolívar.
En 1828 y luego de deambular por años en los valles cruceños y cochabambinos, Aguilera reaparece en la ciudad de Vallegrande para intentar por última vez un alzamiento promonárquico «con el objeto de restablecer el respeto y obediencia a los más justos y sagrados derechos de la religión católica, rey y patria». El guiño al trilema carlista es evidente: ¿podríamos hablar de un protocarlismo charquino, así como el protocarlismo criollo de la cueca larga de los Pincheira en Chile? Será una interesante tarea para futuras investigaciones.
Lucas Salvatierra, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.