Un Mundial de fútbol de lo más entretenido

Jugadores de la selección de fútbol de Ecuador celebran un gol y rezan. AP/Natacha Pisarenko

Creo que nadie esperaba una inauguración tan fabulosa del Mundial de Catar como la que se vivió el pasado 20 de noviembre. No me refiero precisamente al espectáculo horrendo previo al partido que enfrentó a la anfitriona contra Ecuador, sino a la manera en que celebraron el primer gol de esta edición del Mundial los jugadores ecuatorianos: todo el equipo se arrodilló formando un círculo, mientras señalaban al cielo, invocando al Dios verdadero, frente a un estadio repleto de «hijos de Alá», que observaban atónitos cómo su selección era incapaz de plantar cara al combinado hispanoamericano. El partido acabó 2-0, celebrando del mismo modo el segundo gol: de rodillas en agradecimiento a Dios; si bien en esta ocasión se unieron también todos los jugadores suplentes. En plena península que vio nacer a Mahoma, se arrodillan unos hombres ante Dios Uno y Trino, mientras observan pasmados miles de infieles.

Y es que no llevamos ni una semana y este Mundial está siendo de lo más entretenido, y no solo por motivos futbolísticos, sino por todo lo que está envolviendo al mismo. Si alguien se lo propone, puede sacar un libro sólo relatando las polémicas que están rodeándolo. Resulta que hace varios meses, la FIFA, viendo venir las críticas que podría suscitar que el Mundial se celebrase en Catar, advirtió que no iba a permitir que se mezclara el deporte con la política, por lo que sancionaría todo tipo de reivindicación extradeportiva durante el Mundial. El problema es que, fue decir eso, e inmediatamente la FIFA prohibió participar a Rusia en el Mundial, por aquello de la guerra. Y claro, eso dejó abierta la caja de Pandora para que cada selección aproveche el Mundial para reivindicar lo que le venga en gana, con la seguridad de que será visto por todo el mundo.

Iraníes abuchean el himno de Irán. AFP/Fadel Senna

Así, en su primer partido, los jugadores de la selección de Irán decidieron no cantar el himno de su país cuando este sonó (cuando justo antes los ingleses habían cantado a pleno pulmón el «God save the king»), a la vez que los aficionados iraníes lo abucheaban y pitaban con toda su alma, mostrando pancartas bajo el lema «Woman. Life. Freedom.», en un claro tono reivindicativo y crítico contra la situación política que se está viviendo en su país.

Reuters

Por otra parte, ocho federaciones de distintos países sugirieron que, durante los partidos de fútbol, los respectivos capitanes de dichos países llevaran un brazalete con el color del arco iris, en apoyo a la comunidad «LGTBI+». Inglaterra, Alemania o Bélgica eran algunos de esos países. Ante las amenazas de la FIFA, que avisaron de que los capitanes serían sancionados con una tarjeta amarilla, se han echado para atrás y no portarán dicho brazalete (si no te gustan mis principios, tengo otros, que diría Groucho).

Dinamarca de «luto mundialista». Hummel

No podemos olvidar tampoco la «fabulosa» idea que tuvo Dinamarca para mostrar su descontento con con que el Mundial se celebrara en Catar: querían que su tercera equipación fuera entera de color negro, y portara el eslogan «derechos humanos para todos», pues no querían «ser visibles durante un torneo que ha costado la vida de miles de personas». A mí no se me ocurre mejor manera de ser invisible que negándome a participar en el torneo, pero bueno, pelillos a la mar…

Está claro que esas reivindicaciones están embadurnadas de ideología barata y retorcida. Pero no deja de ser cierto otra cosa, y es que pretender, como quería la FIFA, separar el deporte de la política es una tarea absurda por imposible, y más cuando ha sido ella misma la que ha prohibido participar en un torneo deportivo a un país por motivos estrictamente políticos (ideológico-políticos podríamos decir). La política, de alguna manera, todo lo toca, pues los hombres somos seres políticos por naturaleza. Lo estamos viendo en este Mundial…

Antonio de Jaso, Navarra