
Lo he oído y he vuelto a oírlo. ¿Que Cristo es Rey en la Iglesia? Claro hombre que lo es, es así, aquí es Rey. ¿Que Cristo es Rey de las familias? Por supuesto, Él reina en cada familia católica. ¿Que Cristo es Rey en la política? Pues, no. Es una actividad bastante corrompida, ¿no es cierto? Conclusión: Cristo reina en toda actividad y en cada sociedad humana, salvo en la política.
Hay que preguntarse por qué dicen eso, por qué parcelan al Rey Cristo y le sustraen a su reinado. La primera idea que me viene a la cabeza es que el mismo Cristo habría querido despojar una de las principalísimas actividades humanas de su reyecía; quizá no para siempre, al menos por un tiempo, nuestro tiempo. Aquí y ahora ya no vale aquello del Apóstol a los Romanos: todo poder viene de Dios. Dios ha suspendido temporariamente su paternidad sobre una parcela de lo creado y ha permitido que los hombres hagamos de las nuestras con su permiso u omisión. Es así que Él no reina en la vida política, porque hoy no lo quiere, porque Él no es el Dominus ni el Regis de y en los malos tiempos.
Pero Pío XI dijo otra cosa: como hombre Nuestro Señor es Rey de lo temporal y deben rendirle culto público no sólo sus fieles, también las autoridades públicas. No voy a creer que estos curas sean modernistas para desautorizar un documento tan valiente e indispensable como la Quas Primas. Como no lo son, puede que ellos interpreten eso de «social» al modo moderno: lo civil, lo no político. Pero tampoco resulta. Más bien ha deberse a un olvido. Ellos se han olvidado de que Cristo Rey lo es también de y en lo político, tanto como de y en lo social, lo familiar, lo eclesial. ¿Por qué no volver al diálogo de Nuestro Señor con el pagano Pilatos, que trae San Juan? «No tendrías poder sobre mí si no se te hubiera dado de lo Alto». Todo poder viene de lo Alto, de Dios creador y providente.
Y se olvidan –quieren olvidarse– porque, supongo, confunden política con democracia, y temen que sus niños se vean envueltos en elecciones o metidos a partidos políticos. Tienen bastante razón en la corrupción de la política actual, pero no en los argumentos para dejar al prójimo a su suerte, porque somos animales políticos. ¿Qué queda del bien común si Cristo no lo reina y los buenos católicos lo abandonamos en manos de los corruptos políticos?
No voy a decir que sea una mirada miope, más bien es tuerta y va camino a la ceguera. Para ser así como ellos dicen tienen que dejar a un costado San Pablo y San Juan, tienen que olvidarse de Pío XI y de los profetas. Más aún: tienen que silenciar las bienaventuranzas que el Santísimo Dios reveló para los hombres de los últimos días, los de los tiempos parusíacos. Tienen entonces que olvidar las palabras del Verbo.
Y cuando esto ocurre, Nuestro Señor es un Rey que está siendo loteado. Contra su voluntad.
Juan Fernando Segovia. Consejo de Estudios Felipe II