Las novenas de aguinaldos en Colombia

Esta noche nace el Niño Dios. Todo colombiano ─por muy protestante o ateo que se precie─ lo tiene grabado a fuego en su corazón. Pues, aunque haya podido borrar de su memoria esta celebración (lo que francamente es casi que imposible), no habrá podido escapar del ambiente festivo que reina en nuestros pueblos y ciudades en los días inmediatamente anteriores a la Nochebuena, en los que se reza la novena de aguinaldos o de Navidad.

En nuestro país ─y también en el Ecuador─ es tradicional la novena compuesta en el siglo XVIII por el P. Fray Fernando de Jesús Larrea, O.F.M., misionero en nuestro Virreinato; y revisada y complementada por la Madre María Ignacia Samper, O.S.C., a principios del siglo XX. Que consta, además de una oración para todos los días y de las meditaciones diarias, de preces dirigidas a la Santísima Virgen María, a su castísimo esposo San José y al Divino Niño Jesús, y de los gozos añadidos por la religiosa clarisa.

Así como otras novenas se hacen delante de la imagen del santo al que se invoca, ésta la reza la familia colombiana alrededor del pesebre (belén), por lo general en la noche. Pero no exclusivamente la familia: es costumbre invitar también a los vecinos, e incluso poner un pesebre en cada barrio (o cuadra) para que niños y adultos, todos juntos, eleven allí las plegarias al Rey que está por nacer.

Congregados ya al pie del belén, las oraciones y los gozos ─que muchos presumen saberlos de memoria─ se turnan entre los presentes, salvo las respuestas a éstos, cantadas por todos y acompañadas con panderetas y maracas. Terminados los rezos se cantan algunos villancicos, llegando así a la hora de comer. Mas no en la casa de cada quien, puesto que el anfitrión ofrece a los asistentes algún refrigerio, que puede ser un típico plato navideño (natilla, buñuelo, galletas, arequipe, brevas…), arroz con leche, empanadas, o cualquier otra preparación. Lo mismo en las novenas del barrio (o en las del trabajo, del colegio o del conjunto residencial, que también las hay). Asimismo, el día 24, el último de la novena, algunos acostumbran a dar algún detalle a los niños ─familiares o vecinos─ que durante los nueve días han acudido puntual y juiciosamente.

Quienes, felices, van todas las noches de casa en casa, de novena en novena, rezando, comiendo y compartiendo, aguardando en su corazón la venida del Niño Dios, de cuya mano ─y no de la de «Santa»─ esperan los regalos cada 25 de diciembre, día del Nacimiento del Salvador del mundo.

Juan Pablo Timaná, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas