Los zuavos y sus enemigos

En este año de 2020 se ha cumplido el sesquicentenario de la caída de Roma, conclusión del proceso de la «revolución italiana» que sustituyó a los Estados preunitarios (regidos por monarquías católicas) con un Estado liberal. Esto es, centralista en el terreno político e indiferente (incluso anticlerical) en el religioso.

Los Estados pontificios habían resistido durante más de diez años a la constante presión del Ejército piamontés. Entre las tropas que combatieron hasta el final se distinguieron particularmente las del Regimiento de Zuavos Pontificios. Nació en abril de 1860 como Batallón de Tiradores Pontificios (o franco-belgas) y se convirtió primero (en enero de 1861) en Batallón y finalmente (en enero de 1866) en Regimiento de Zuavos Pontificios. Reunió a los voluntarios católicos llegados a Roma desde cualquier rincón del orbe para defender con las armas la libertad de la Iglesia. Y en sus diez años de vida se distinguió no sólo en el campo de batalla (derrotando por ejemplo a los piamonteses en Mentana el 1867, o defendiendo heroicamente Roma hasta el 20 de septiembre de 1870), sino también en el auxilio prestado a la población durante la terrible epidemia de cólera de este último año, así como en el combate contra el bandidaje y la delincuencia.

Portada de Pontifici e i loro nemici, de don Francesco Maurizio Di Giovine

Francesco Maurizio Di Giovine ha reconstruido con todo esmero su historia en el libro Gli Zuavi Pontifici e i loro nemici (Chieti, Solfanelli, 2020, p. 364, que se puede adquirir a partir de 24€), primera monografía completa sobre el tema, que ha tenido el honor de recibir un prólogo de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón. Entre los tantísimos nombres recordados en el libro (que reconstruye todos los rangos de los oficiales) destaca el del Alférez Alfonso Carlos de Borbón, hermano del a la sazón Rey legítimo de España, Carlos VII, y él mismo años después Rey legítimo.

Son páginas que se leen con emoción, porque el autor logra transmitir el sentido de «cruzada» que impregnaba el ánimo de los voluntarios, procedentes de los ambientes católicos tradicionalistas y legitimistas de muchísimas naciones. El autor reserva una detallada atención a esos nombres y sus servicios, conduciéndonos a una cultura heroica, opuesta a la patriotera (además de masónica) del «soldado desconocido», y en la que resuena en cambio el lema carlista «Ante Dios no serán héroes anónimos».

Gianandrea de Antonellis, Circolo carlista Generale Borges