Con motivo de la festividad de los Santos Inocentes, por gentileza de la revista PELAYOS, publicamos este bello relato escrito por un participante en el concurso navideño.
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Mientras los niños del colegio Pelayos de Cristo resolvíamos en silencio los ejercicios gramaticales que don José María acababa de escribir en la pizarra, se escuchaban de fondo los villancicos que las niñas del colegio Margaritas de María iban cantando por la calle después de visitar los nacimientos de la ciudad de Vitoria.
El Amor ha nacido en el portal.
Venid raudos, Pelayos, Margaritas,
a contemplar a vuestro Rey divino
vestido de humildad.
Nuestro maestro era vitoriano de nacimiento, pero de linaje extremeño. Era descendiente del cacereño don Francisco Rincón, un carlista nombrado comandante de partida en la festividad de Todos los Santos, allá por el año 1836, encontrándose entre sus hazañas la de la toma del puente de Alcántara con 40 caballos y 30 infantes aquel mismo día. Estos hechos ocurrieron durante la Primera Guerra Carlista, cuando la fuerza expedicionaria del general carlista don Miguel Gómez entró por Siruela, en Extremadura, a finales de octubre de ese mismo año, pasando por Guadalupe y Trujillo hasta llegar a Cáceres.
Era tal la grandilocuencia de nuestro profesor que por un momento nos le imaginábamos al mando de la operación y a nosotros inmersos en la avanzadilla carlista subidos a uno de esos caballos, que nos describía tan vivamente, en plena refriega con el destacamento cristino. En Portugal, un Gobierno liberal apoyaba a los isabelinos y por un momento nos sentíamos nerviosos ante la amenaza de su posible entrada a través de la frontera si permanecíamos allí.
El Día de los Fieles Difuntos de aquel año –nos relataba– se declaraba Extremadura en estado de guerra y se proclamaba como Rey de España, en algunos de sus territorios, a Don Carlos María Isidro de Borbón. El antepasado de nuestro maestro, don Francisco Rincón, acompañó hasta Miajadas al general Gómez en su salida de Extremadura por Zalamea de la Serena, que tuvo lugar el 7 de noviembre de 1836. Don Francisco Rincón mantuvo convulsos los aledaños de Trujillo hasta el año 1837.
La Verdad ha nacido en el portal.
Venid raudos, Pelayos, Margaritas,
a contemplar a vuestro Rey divino
vestido de humildad.
Todos permanecimos en silencio escuchando los bellos villancicos que cantaban las Margaritas. Cuando el canto de las niñas se fue haciendo cada vez más tenue, nuestro maestro nos anunció que al día siguiente seríamos nosotros los que haríamos una excursión, visitando los nacimientos de la ciudad. Todos estallamos de júbilo gritando: ¡Viva Cristo Rey!
Don José María era un profesor vocacional y volcado en nuestra educación que lograba entusiasmarnos a cada instante. Todos aprendimos el primer día de clase que Vitoria fue fundada por el rey navarro Sancho VI El Sabio.
A la mañana siguiente iniciamos la excursión. Desde nuestro colegio nos encaminamos hacia la Catedral Vieja. Allí contemplamos entusiasmados el belén de estilo neoclásico datado de 1780. Fue obra de Esteban Ágreda y lo realizó en madera policromada. La Sagrada Familia y las figuras de los tres pastores, situados en la capilla de San José, conocida popularmente como la del Nacimiento, nos causaron honda impresión. Salimos por la puerta que daba a la Plaza Santa María llenos de gozo cantando:
Los pastores adoran al Señor
nacido en el portal. Con humildad
entregan sus presentes al Amor
que les invade de felicidad
para arrostrar la vida de pastor.
Palpita en el camino la Verdad
y en los zurrones de sus corazones
vibran cual liras los más bellos sones.
Por la calle Fray Zacarías Martínez, nos acercamos a la plazoleta amurallada para almorzar y contemplar el palacio de Escoriaza-Esquibel. Nuestro amigo Javier, dijo que iba a ser médico como el doctor Fernán López de Escoriaza e Ibáñez de Aguirre, que junto a su esposa Victoria Pérez de Anda y Díaz de Esquibel, figuraban en la portada plateresca del mismo.
Continuamos por la calle Escuelas para adentramos luego en la calle Cuchillería. Al pasar por la Casa del Cordón, nuestro buen amigo Pío dijo, tocando con sus dedos los extremos del cordón de San Francisco esculpido sobre el arco apuntado de la puerta principal, que llegaría a ser obispo. En esta casa fue donde a Adriano de Utrecht le comunicaron el nombramiento papal, encontrándose de regente en España. Quien iba a ser futuro papa Adriano VI, en los últimos días del año 1516, se trasladó a Madrigalejo para vigilar el testamento de Fernando II de Aragón El Católico. Esto lo conocíamos de primera mano porque algunos antepasados de don José María eran oriundos de este pueblo cacereño, donde el monarca encontró la muerte.
Al llegar al final de la calle subimos la cuesta de San Vicente para llegar hasta la iglesia San Vicente Mártir donde contemplamos el nacimiento y pedimos a la Virgen Milagrosa por la conversión de las almas y por la protección de todas las personas desde el momento de la concepción.
Al salir de la iglesia don José María, nos explicó que en la Plaza del Machete que teníamos delante, juraban sus cargos los representantes de la ciudad. También era conocida como La Plazoleta del Juicio, porque en ella se llevaron a cabo sentencias a muerte por garrote vil. Bajamos la cuesta que unos momentos antes habíamos subido y continuamos descendiendo por la cuesta de San Francisco.
Margaritas vestidas de pureza
y Pelayos con boinas encendidas
de amor, adoran al Señor su Dios
en un pobre portal.
Nuestro querido profesor, nos contó que el gran arquitecto don Justo Antonio de Olaguíbel ideó los planos de la Plaza Nueva vitoriana y Los Arquillos, para salvar el desnivel entre la zona antigua y moderna de Vitoria. Nos prometió que, durante el curso, visitaríamos el Palacio de Díaz Espada, obra que ingenió el ilustre arquitecto en Armentia.
Cruzamos la Plaza de España y llegamos a la Plaza de la Virgen Blanca. Al observar el monumento de la Batalla de Vitoria, nuestro caro maestro nos habló del general Álava, que combatió en la batalla de Trafalgar a bordo del navío Príncipe de Asturias que estaba capitaneado por Gravina. Fue un brillante militar que además tomó parte en la batalla de Vitoria y en la de Waterloo.
Subimos las escaleras de la iglesia de San Miguel Arcángel para admirar de cerca la belleza de la Virgen Blanca sosteniendo a su Hijo.
Desde allí nos dirigimos a la iglesia del Carmen para contemplar el pesebre del templo que representaba la escena de El dormilón, donde un bello ángel pide silencio a los alegres pastorcillos que se acercan porque José, María y el Niño duermen. Los 41 belenes del claustro del Carmen están montados por el belenista Pablo González Mecolay.
A continuación, nos dirigimos al Parque de la Florida para comer y disfrutar de un rato de esparcimiento mientras presenciábamos su belén monumental. Había más de 300 figuras a tamaño natural y visitamos la gruta donde estaba el nacimiento.
Después de comernos los bocadillos, nos encaminamos por una de las calles aledañas al Parque de la Florida porque escuchamos el sonido de la sirena de la policía. Al aproximarnos, llevados por nuestra curiosidad, divisamos horrorizados una clínica abortista, fruto del relativismo moral. La policía estaba identificando a un grupo de católicos que estaban rezando el Rosario frente a la clínica. Todos los pelayos de forma espontánea, al presenciar la escena, nos arrodillamos y oramos por los niños indefensos. La policía nos instó a abandonar el lugar, pero en ese momento preciso una mujer embarazada estaba a punto de entrar en la clínica y rezamos en voz alta:
Mujer, el niño que late en tu vientre
es un regalo de Dios. Tu misión
es llenar de amor su gran corazón.
Deja que Dios en el tuyo se adentre.
La joven embarazada, al escucharnos, rompió a llorar de emoción y vino hasta nosotros para abrazarnos. Don José María, que nos había estado siguiendo a escasos pasos, se acercó y nos felicitó por defender la vida humana y por haber pronunciado a modo de oración aquellas palabras tan acertadas. Habíamos salvado el alma de una madre y al nasciturus inocente que latía en sus entrañas. En ese día de visita a los nacimientos de la ciudad, contemplamos un milagro. Dentro de pocas semanas iba a acontecer un nuevo nacimiento.
Junto al Parque de la Florida está la Catedral de María Inmaculada, también llamada Catedral Nueva. Allí pudimos contemplar el belén napolitano del Museo Diocesano de Arte Sacro. Rezamos y dimos gracias a Dios y a la Virgen por haber escuchado nuestra súplica. La madre y su hijo podían celebrar a Cristo esta Navidad. ¡Viva Cristo Rey!
José Gabriel Risco Pablos