La disciplina

Tercio Ortiz de Zárate

Desde el Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas nos remiten este texto extraído de las «Observaciones de un viejo carlista a unas cartas del Conde de Rodezno» [Madrid, 1946] de Melchor Ferrer, y aparecidas en el Boletín de información del Principado de Asturias del 31 de mayo de 1950.

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Toda disciplina encierra en sí misma unas limitaciones. Dentro de estos límites se puede pensar, criticar y juzgar. Pero los límites nos señalan que más allá de los mismos, quien quiera que sea el que se coloque, por el solo hecho de hacerlo, pierde el derecho de pertenecer a la disciplina. Incluso discrepando, se puede uno retirar a sus lares esperando que los acontecimientos le den la razón; pero salirse de la disciplina, actuar independientemente de las autoridades carlistas, sustentar públicamente criterios que significan rebeldía, eso no se puede hacer. La disciplina carlista nos dice: éste y no aquél es el camino a seguir; pero si desconocéis a vuestros jefes, si os oponéis a sus procedimientos, si pactáis con sus adversarios, no os extrañe que os digan: en el solar de la lealtad no hay sitio para los que obran deslealmente. En el hogar de la tradición, no tienen cabida los que se sienten inclinados a abandonar los ideales, aunque hagan muchas protestas de «pureza» de principios. Una disciplina representa intransigencia, pero a nadie se obliga a ser sus seguidores. Dice, eso sí: ¿Aceptáis nuestras doctrinas y nuestras orientaciones?: estáis dentro de ella. ¿Las rechazáis?: estáis excluidos.

La Comunión Tradicionalista no impone un criterio, lo señala; los que lo aceptan, están dentro de ella; los que lo rechazan, sea cual sea la razón, le son ajenos.

Melchor Ferrer