Fascist Backlash (III) Liberal Vacuum/ La reacción fascista (III) El vacío liberal

Illustration in the Nazi newspaper Der Stürmer regarding the Beer Hall Putsch in Munich, 9 November 1923/ Ilustración del periódico nazi Der Stürmer sobre el Putsch de la Cervecería en Múnich, 9 de noviembre de 1923

Published by: LA ESPERANZA February 1, 2023

(versión en español más abajo)

We continue the series on the subject of fascism composed of sections of the book entitled «El problema de occidente y los cristianos» [«The Problem of the West and Christians»] that we are publishing in English and Spanish since last Monday, January 30. The first part can be read here, and this important contribution to the Carlist thought written by Frederick D. Wilhelmsen can be purchased here.

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Now, let us consider the possibility of the failure of the society that has no end at all, of a society whose members are not united in a common desire and interest. In such a case, government is simply an impossibility. Since there is no desirable goal; since the members of said society do not go anywhere; since they do not strive for a star seen and loved by all, the society must degenerate into chaos.

Neither monarchy, nor aristocracy, nor democracy can cure the diseases of society, because politics is not simply a technical organization of a nation or a society, but it is that organization in the service of an end. At the moment, it does not matter to us whether the end is good or bad. What is important is that there be a direction, a goal, capable of awakening the dynamism of the members of the community. However, a political society without an end is an «open society». It can be called «open» because it does not believe in anything; it does not affirm anything. Postwar Germany was an almost totally and completely open society. We say «almost» because some of the traditions of the West still survived there. For example, a murderer was pursued by the police. A swindler ended his career in jail, etc. But abstracting from this very minimal morality, Germany admitted any doctrine by having none of its own. This situation, as we have already seen, is classically liberal, namely: society should not have any doctrine or belief as such. Thus, an ideological vacuum is created. But man cannot live within a vacuum, given that intelligence and will demand a response to the public problems of life. As a result, political parties are born, in order to fill the void, and each one of them preaches its own doctrine or «orthodox politics». This produces a struggle between the parties, and the society loses that peace and order that it would have had if it had been a closed society instead of an open one, from the beginning.

This liberal vacuum, known to many countries during this century, produced reactions from the left to the right. These positions make sense within the liberal state and only within it. The left threatened the property and social authority of the upper classes. The right defended them. The proletarian mass clashed with the ruling classes. This would have been precisely the thesis and anti-thesis of classical communism if a new thesis had not emerged capable of trying to resolve the tensions between the two. This thesis has been fascism. But before studying the fascist doctrine, it is essential to see the following: fascism functions historically as a resolution of the tension between the proletariat and capitalism within the «open» society. Simply, fascism does not make sense outside of this struggle that arises from the depth of a vacuum, from a public nullity, from a country or a nation that has lost its corporate and common sense of life. We are not Marxists; nevertheless, we can use the feasibility of the Hegelian dialectic for our own understanding of the current crisis. It can be said that fascism is more of a synthesis in terms of liberal capitalism and the proletariat produced by it than communism itself. Fascism is a provincial development, within the history of the West, which has no independent meaning, which lacks its own personality and doctrine, and which is a way of solving the political-social problem produced by liberalism within the world created by this same liberalism. Therefore, fascism has never interested any first-rate intelligence. However, we have to study it, because fascism is one of the most important phenomena of our times, a phenomenon destined to disappear in a short time, but of interest to us because of its relevance.

(To be continued…)

Federico D. Wilhelmsen

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(versión en español)

Continuamos la serie sobre el tema del fascismo hecha de partes del libro titulado «El problema de occidente y los cristianos» que estamos publicando en inglés y español desde el pasado lunes 30 de enero. La primera parte pueden leerse aquí, y esta importante contribución al pensamiento carlista escrita por Federico D. Wilhelmsen puede adquirirse aquí . En caso de haberse agotado existencias, pueden hacer sus pedidos a tiendacarlista@periodicolaesperanza.com

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Pero ahora vamos a considerar la posibilidad del fallo de la sociedad que no tiene ningún fin en absoluto, de una sociedad cuyos miembros no se unen en un deseo y un interés común. En tal caso, el gobierno simplemente es una imposibilidad. Puesto que no hay ninguna meta deseable; puesto que los miembros de dicha sociedad no van a ningún sitio; puesto que no luchan para una estrella vista y amada por todos, la sociedad tiene que degenerar hasta que se convierta en caos.

Ni monarquía, ni aristocracia, ni democracia pueden curar las enfermedades de la sociedad, porque la política no es simplemente una organización técnica de una nación o de una sociedad, sino que es aquella organización en el servicio de un fin. De momento no nos importa si el fin sea bueno o malo. Lo importante es que exista una dirección, una meta, capaz de despertar el dinamismo de los miembros de la comunidad. Ahora bien; una sociedad política sin ningún fin es una «sociedad abierta». Se puede llamar «abierta» porque no cree en nada; no afirma nada. La Alemania de la postguerra era una sociedad casi total y completamente abierta. Decimos «casi» porque aún ahí sobrevivían algunas de las tradiciones del occidente. Por ejemplo, un asesino fue perseguido por la policía. Un estafador terminó su carrera en la cárcel, etc. Pero abstrayendo de esta moralidad tan mínima, Alemania admitía cualquier doctrina por no tener ninguna propia. Esta situación, como ya hemos visto, es clásicamente liberal, a saber: la sociedad no debe tener ninguna doctrina o creencia como tal. Por lo tanto, se crea un vacío ideológico. Pero el hombre no puede vivir dentro del vacío, puesto que la inteligencia y la voluntad exigen una contestación a los problemas públicos de la vida. Como resultado, nacen los partidos políticos, para llenar el vacío, y cada uno de ellos predica su propia doctrina o «política ortodoxa». Esto produce una lucha entre los partidos, y la sociedad pierde aquella paz y orden que habría tenido si hubiese sido una sociedad cerrada en vez de abierta, desde el principio.

Este vacío liberal, conocido por muchos países durante este siglo, produjo reacciones desde la izquierda hasta la derecha. Estas posturas tienen sentido dentro del Estado liberal y solamente dentro de él. La izquierda amenazaba la propiedad y la autoridad social de las clases altas. La derecha las defendía. La masa proletaria se enfrentaba con las clases dirigentes. Esto habría sido precisamente la tesis y anti-tesis del comunismo clásico si no hubiera salido una nueva tesis capaz de tratar de resolver las tensiones entre ambas. Esta tesis ha sido el fascismo. Pero antes de estudiar la doctrina fascista es imprescindible ver lo siguiente: el fascismo funciona históricamente como una resolución de la tensión entre el proletariado y el capitalismo dentro de la sociedad «abierta». Simplemente, no tiene sentido el fascismo fuera de esta lucha que surge desde la profundidad de un vacío, de una nulidad publica, de un país o de una nación que ha perdido su sentido corporativo y común de la vida. No somos marxistas; no obstante, podemos utilizar lo viable de la dialéctica hegeliana para nuestro propio entendimiento de la crisis actual. Se puede decir que el fascismo es más síntesis en cuanto al capitalismo liberal y al proletariado producido por él que el mismo comunismo. El fascismo es un acontecimiento provincial, dentro de la historia del occidente, que no tiene ningún sentido independiente, que carece de personalidad y doctrina propia, y que es una manera de resolver el problema político-social producido por el liberalismo dentro del mundo creado por este mismo liberalismo. Por lo tanto, el fascismo no ha interesado nunca a ninguna inteligencia de primera categoría. Sin embargo, tenemos que estudiarlo, porque el fascismo es uno de los fenómenos más importantes de nuestros tiempos, un fenómeno destinado a desaparecer dentro de poco, pero con interés para nosotros por su actualidad.

(Continuará…)

Federico D. Wilhelmsen

Translated by Alférez Matthew Scullin, Circulo Carlista Camino Real de Tejas